Histórico

Famosas pláticas
En 1933 tuvo lugar un inolvidable encuentro de especialistas que disertaron sobre el estado de la arquitectura en ese momento.
ue en 1933 cuando al amparo del espíritu impulsado por la Revolución Mexicana, un grupo de notables personajes de la arquitectura, la ingeniería y la construcción, se reunieron para charlar, cobijados por la Sociedad de Arquitectos Mexicanos sobre el estado, en ese entonces, de la arquitectura. El resultado de esas charlas devino en una publicación titulada Pláticas sobre arquitectura, la cual fue editada por el arquitecto (y músico) Alfonso Pallares.
Sin duda alguna, se trata de un documento de gran importancia pues no sólo recoge el pensamiento arquitectónico de ese 1933, año en el cual ya comenzaban a mostrarse los resultados ideológicos de la gesta revolucionaria, sino también porque se trató de un periodo entre guerras, lo que generó como sabemos, una marcada orientación social; por tanto, en todos los ámbitos, era necesario establecer nuevos valores. En este sentido, en el “Preliminar” de las Pláticas, el propio A. Pallares escribe: “Nuevos procedimientos constructivos y nuevas condiciones económicas, combinándose con elementos ideológicos surgidos como consecuencia de la convulsión provocada por la Guerra Mundial, han traído como consecuencia formas y metas arquitectónicas enteramente antagónicas con las consagradas por nuestra más arraigada tradición” (Nota preliminar a las Pláticas sobre arquitectura, SAM, 1934). Cabe decir que los organizadores de las pláticas propusieron seis preguntas que debían ser respondidas por los ponentes. A saber: ¿Qué es la Arquitectura? ¿Qué es Funcionalismo? ¿Puede considerarse el Funcionalismo como una etapa definitiva de la arquitectura, o como principio embrionario de todo un devenir arquitectónico? ¿Debe considerarse el arquitecto como un simple técnico de la construcción, o como impulsor, además, de la cultura de un pueblo?¿La belleza arquitectónica resulta necesariamente de la solución funcional, o exige además, de la actuación consciente de la voluntad creadora del arquitecto? y¿Cuál debe ser la orientación arquitectónica actual en México? Quienes respondieron a las preguntas fueron Juan Legarreta, Salvador Roncal, Álvaro Aburto, Manuel Ortiz Monasterio, Mauricio M. Campos, Federico Mariscal, Juan Galindo, José Villagrán García, Silvano Palafox, Manuel Amábilis y Juan O’Gorman. Al final, por invitación de los propios organizadores, presentaron por escrito también sus ideas el ingeniero civil Raúl Castro Padilla¹ y el arquitecto Antonio Muñoz.
De los materiales
No obstante que el libro Pláticas sobre arquitectura, resulta un documento valioso para el estudio de la historia de la arquitectura de la primera mitad del siglo XX, este artículo busca subrayar los puntos en los cuales los participantes en ese evento de los años treinta, hablan de los materiales usados en la construcción. En este sentido, por ejemplo, un arquitecto y artista, aguerrido y polémico, don Juan O’Gorman señalaba en ese entonces que: “Los bronces y mármoles de los bancos, que tapan la estructura de acero o de concreto, las fachadas de piedra imprescindibles en edificios de mayor importancia no son otra cosa más que el anuncio de las instituciones. Formar un ambiente lujoso revela buenas posibilidades económicas, que responden y garantizan con su capital los capitales, los ahorros, los seguros, las acciones, las inversiones […] La técnica del anuncio es la técnica del engaño. Muy necesaria si ustedes quieren para la empresa, o para la compañía, o para el comerciante, pero no para el hombre. Quién se imagina un banco que no tenga sus lujos, y quien diá que esto no es un anuncio ¿Hay alguno que me diga? No, está usted equivocado: estos mármoles y estos bronces resuelven necesidades espirituales”. Sin duda alguna, estas frases de O’Gorman, que el propio arquitecto puso en práctica, al usar concreto aparente, en sus obras, muestra además cómo con el transcurrir de las décadas, materiales, como el concreto, se volvieron dignos de estar, tomando el caso citado por O’Gorman, en los bancos. Baste pensar en los bellos espacios de concreto martelinado que el arquitecto Teodoro González de León realizara para la sede de Banamex y para muchas de sus sucursales.
Otro participante fue el arquitecto Manuel Ortiz Monasterio –quien proyecto el icónico edificio de La Nacional, enfrente del Palacio de las Bellas Artes, en la capital mexicana– expresó: “Los programas arquitectónicos modernos con su complejidad funcional creciente, no sólo en lo que se refiere a la parte distributiva sino fundamentalmente a sus equipos, requieren soluciones nuevas a fin de que los edificios además de tener una distribución que satisfaga las necesidades del programa, esté construido de tal forma que sus sistemas circulatorios de agua, electricidad, aire, etc., etc., estén debidamente dispuestos; además del uso del acero o del concreto armado, exigen asimismo una nueva expresión constructiva”. Sin duda, Ortiz Monasterio predicó con el ejemplo, con el edificio de La Nacional, considerado el primer “rascacielos” (de 10 pisos) de concreto armado. Esta obra, cabe decir, sirvió como un experimento en materia de sistemas de cimentación y solución estructural que sería aprovechado por otros en el diseño de sus edificios. Sin duda, el volumen del edificio como señalaba también O´Gorman en su participación– preside la ornamentación mientras que la forma es el resultado de la solución estructural.
Interesante resulta el comentario sobre el dejar atrás el ornamento, que hace el arq. A. Muñoz en su participación en estas charlas, al decir: “Desnudemos pues a la arquitectura, pero no lo hagamos hasta tener la seguridad de que hemos encontrado las buenas líneas, las formas bellas para poderlas exhibir sin que las detesten el buen juicio y la recta intención”.
La noche del 7 de diciembre de 1933 le tocó exponer su pensamiento al ing. Raúl Castro Padilla, quien por lo que se lee, se queda estupefacto ante la obra racionalista que había hecho Juan O’Gorman para la casa de Diego y Frida en Altavista. De ésta dice:“Sobretodo la casa de Diego Rivera, en la colonia Altavista, ejemplo de una arquitectura del funcionalismo peristáltico, que queriendo aparecer sincera, no expresa más que pauperismo, y miente alardeando y subrayando su fealdad”. A su aguerrido discurso añade una descripción por más ruda: “Se trata de dos cajas boca abajo, montadas en zancos y ligadas entre sí por un puente esquemático que no llena la función de preservar de la intemperie a los que pasan de una caja a la otra. El colorido en las fachadas es francamente estridentista. Un cercado de órganos completa y enmarca el conjunto”. Cabe decir que de esta obra, tan criticada por Castro así como de otras más hechas con la participación del concreto, el propio O’Gorman reconoció que era su búsqueda por una “construcción utilitaria” donde mostraba las losas de concreto sin enyesado. En el número 81 de la calle de Las Palmas, declara O’Gorman “construí la primera casa funcional de México”. Y añade: “Aplicando el sistema constructivo de concreto armado en el edificio su apariencia era extraña. En México no se había hecho una casa puramente funcional […] dicha casa no era un simple capricho de carácter artístico, ni una construcción en función de una teoría abstracta, sino que en realidad aplicáronse los principios de la arquitectura funcional” (En Juan O’Gorman. Vida y obra, de Víctor Jiménez). Sin duda, la discusión en torno al funcionalismo y sus materiales, estaba en su apogeo. Castro Padilla también, al continuar hablando de la casa de Diego y Frida, demerita al concreto al decir: “si la escalera helicoidal, que aparece en la fachada como un elemento de pesadilla, se hubiera estudiado hacerla de materiales más resistentes al esfuerzo relativo que el concreto, posiblemente se habría obtenido un elemento más ligero, una masa más equilibrada, algo menos pesado en relación con el resto de los elementos constructivos”. Hoy, la historia le ha dado su justo lugar a este ícono de la arquitectura mexicana que es la casa estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo; bien dijo el Barón de Montesquieu: “La verdad en un tiempo, es error en otro”. En contraposición, otro ponente, Silvano Palafox, alaba la arquitectura moderna, hecha en concreto: “Ni yo ni nadie somos refractarios a la arquitectura moderna bien entendida, puedo citar el edificio de La Nacional, construido por Monasterio, Calderón y Ávila, y el edificio construido por Juan Segura, en Tacubaya, los cuales, hay que confesarlo, son edificios modernos, sin discusión, bellos”.
Conclusión
En el “Resumen” que Alfonso Pallares hace de estas polémicas y agitadas Pláticas sobre arquitectura, de 1933, y citando a P. Verbruggen escribe: “el funcionalismo implicó un llamado al orden a los arquitectos para decirles que las industrias de la construcción, las ingenierías auxiliares de la arquitectura, la técnica constructiva han avanzado prodigiosamente en el siglo XIX; los recursos de los que puede valerse el arquitecto para plasmar su obra son enormemente diversos y mucho más variados que los de la época anterior y en vez de valerse de ellos os habéis petrificado y seguís concibiendo la arquitectura, la pereza natural ve sólo la máscara de la más necia fantasía decorativa, producto de una habilidad de lápiz y pincel”. Palabra duras pero quizás necesarias para algunos arquitectos e ingenieros de esa época –¿y de la nuestra?– para señalar, entre otras cosas, que la estética de los materiales expuestos, era su presente y sigue siendo parte de el nuestro.


Gabriela Celis Navarro
¹Cabe decir que el ing. Raúl Castro Padilla destaca en el mundo de la ingeniería mexicana, no sólo por haber participado en las Pláticas, sino por haber sido uno de los muchos protagonistas del desarrollo del trazo de la ruta férrea entre Sonora y Baja California. Fue el representante del presidente Lázaro Cárdenas y, según se lee en el artículo “Tragedia en el desierto de Sonora”, de Ignacio Lagarda, pues decidió cambiar el proyecto del trazo, para ahorrarse 21 kms. Por cierto, se trató de una actividad trágica donde perdieron la vida varias personas.

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