El paraguas de
Monte Elbruz

Greta Arcila
Fotos: Sófocles Hernández


El despacho del arquitecto Juan Garduño genera diseños limpios y depurados; de ahí que la compresión que tiene, por ejemplo, de los materiales, hace que en conjuntos como el localizado en Monte Elbruz (DF) se establezca un diálogo entre el concepto verde y el concreto

    

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Vivir en un lugar como lo es el Distrito Federal demanda mucho tiempo de nuestra vida personal para trasladarse de un lugar a otro. Lo anterior ha generado mayor interés por invertir en una casa o departamento en las personas que laboran cerca de las áreas de mayor movimiento. En ese sentido, el sector vivienda ha encontrado una oportunidad sin igual. Y para comprender aún más este fenómeno hay que abrir el panorama y mirar la gran apertura crediticia en ambos sentidos: para la construcción de la vivienda y para la compra de la misma. Como resultado también de este fenómeno, arquitectos y constructores han tenido la oportunidad de ofertar vivienda de diversas morfologías para responder a un mercado cada vez más exigente, informado y comprometido con valores sociales globales como lo es el cuidado del medio ambiente.

Dentro de este amplio espectro de la vivienda en la Ciudad de México, Garduño Arquitectos proyectó un edificio de vivienda donde la naturaleza se integra a los espacios de cada departamento, así como en la fachada; en ésta última de una manera más conceptual.
Este taller –liderado por el arquitecto Juan Garduño– se ha destacado en su trayectoria por ser selectivo al momento de elegir o de aceptar los proyectos en los que se ha involucrado. Ha demostrado en cada obra una evolución en forma y fondo, abrazando la famosa frase de “menos es más” en los materiales que utiliza –que mayormente son concreto, madera y acero–, elementos que los arquitectos de hoy aceptan porque “envejecen dignamente con la obra”, por su expresividad, y también porque permiten que los elementos que visten un espacio tengan por sí mismos un lenguaje y no se vean invadidos por materiales protagonistas.

Hace ya un tiempo Construcción y Tecnología publicó el trabajo del arquitecto Juan Garduño con la obra Tamarindos 29 –acreedora a una mención honorífica en la 9º Bienal de Arquitectura Mexicana al tiempo de ser finalista en la XV entrega de Premios CEMEX–. En dicho proyecto se ve la clara intención de integrar a la naturaleza al espacio habitable con pocos elementos. En esta edición presentamos una obra en donde el equipo pudo extenderse aún más en la arquitectura sustentable.

Entre hojas y concreto
El edificio de Monte Elbruz –denominado así por la calle en la que se encuentra– está ubicado en pleno corazón de Polanco en la Ciudad de México, en una zona de alta densidad y totalmente desarrollada ya que los cuerpos arquitectónicos que rodean el terreno donde se edificó la obra que ahora nos concierne tienen una altura que va desde los 14 a los 30 niveles, y en realidad la obra sería también de un formato mayor en lo que refiere a la altura, no obstante, en el proceso de edificación hubo un cambio en las normatividades urbanas, lo que obligó a replantear el proyecto arquitectónico incluyendo dentro de este nuevo tratamiento la altura del cuerpo edilicio que responde a seis niveles más un roof garden (o techo verde).

A la pregunta obligada al arquitecto de cómo llegó a este proyecto y cuál fue la manera de resolver las limitantes comentó: “el cliente tenía el terreno sin uso, y no encontraba la forma de desarrollarlo con esa altura; me invitó a verlo y le propuse que se podría hacer algo diferente” dos cuerpos arquitectónicos encontrados “viendo hacia un patio central; le gustó la idea e invitamos al desarrollador para que participara”.


En lo referente al concepto “verde” sobre el que gira el proyecto Garduño expresó: “desarrollamos la idea de un terreno sin vistas por lo que se generó un patio central. Así decidimos que 8 (el 33% del total) de los departamentos tendría doble altura; otro 33% tendría un jardín privado; el 33% restantes, es decir, los 8 pent-house tienen tapanco con área verde. Así, la gran mayoría del edificio tiene contacto con lo ‘verde’ y una menor parte puede también disfrutar de esto con una vista hacia los jardines inferiores”.

Para que una obra arquitectónica actual responda a las necesidades sociales y culturales que nos está tocando vivir, es casi inherente el compromiso que ésta debe de tener para con el medio ambiente a lo que comenta Garduño “el edificio dice verde en toda su expresión: en su fachada, en sus jardines y en sus pasillos, no existen pasillos techados, existen paraguas en cada puerta, 100 paraguas que dicen think green (piensa verde) y obligan al habitante a integrarse a los jardines y compartir. El arquitecto tiene la responsabilidad de aportar y el usuario la de responder; es un trabajo conjunto no una moda”.

La piel del edificio –hecho en su totalidad de concreto premezclado– es sin duda la que más expresa su alma “verde” ya que sobre parte de ésta se aprecia un gran árbol labrado de formas angulosas el cual “partió de un bosquejo espontáneo, y se quedó como fachada, un edificio responde al usuario también debe de responder a sus vecinos y entorno urbano”, éste elemento más que ser meramente estético demanda la presencia de la cada vez más escasa población de árboles de grandes dimensiones.

Para la realización del árbol se colaron las piezas de concreto con grano de mármol y luego fueron martelinadas para generar el árbol artificial.
Uno de los conceptos que más me llama la atención en lo referente a la fachada interior del conjunto –a la que le fueron agregadas gravas de ¾ y arena convencional, al igual que para el resto de la obra–, es la intención de generar una “ciudad dentro de la ciudad”. A esta apreciación el arquitecto responde: “tener vistas mutuas de las mismas fachadas interiores es delicado, y definir cada departamento en una fachada general predetermina a cada vecino, por lo que optamos generar nuestras propias fachadas y perder los límites de cada unidad haciendo volúmenes al azahar lo que genera una imagen indefinida y busca imitar una ciudad interior”.

Uno de los aspectos importantes para que un edificio sea verde es la manera en que ahorra energía, en ese sentido Monte Elbruz se da el lujo en la arquitectura misma ya que su trazo hace que la entrada de la luz cenital sea franca “la luz es para nosotros imprescindible y tratamos de compartirla en cada proyecto; en este en particular al tener dos volúmenes delgados por su planteamiento en doble altura genera el menor desplante posible y la fachada que participa de luz es básicamente vidrio al 95 por ciento”.

Hay que destacar que la volumetría del proyecto de fachadas de concreto aparente las cuales reducen al mínimo el mantenimiento— es muy distintiva ya que no obstante ser una obra de formato medio no invade visualmente el área en donde está establecida; es decir, se adapta y responde a su entorno, a decir del arquitecto egresado de la Universidad Anáhuac con mención honorífica: “el volumen frontal de concreto no es el total de la fachada aunque así lo parece, existe una fachada anterior cubierta de lámina negra que se pierde a la vista y sobresalta el concreto dándole una imagen vertical que realmente no la tiene y siendo aún mas lineal que sus vecinos con menos de la mitad de la altura”.

De concreto y otras trascendencias

El material protagonista en esta obra es el concreto premezclado estructural bombeable f´c 300 kg/ cm2 el cual al momento del colado le fue agregada una membrana de curado de concreto para evitar el agrietamiento con el fin de lograr la solidez y calidad necesaria para una obra de alta calidad. En lo que respecta al bombeo del concreto en la obra, éste fue a través de bombas estacionarias y tubería; para el habilitado fue utilizado el acero y el cimbrado se hizo en obra, éste último se realizó con triplay de pino canto plateado y el vaciado se hizo con bomba estacionaria.

Así, con una obra que ensalza el buen diseño arquitectónico Garduño cierra categórico diciendo que “cada proyecto para mí es un compromiso. No hago las cosas para hacerlas, sino más bien como un reto de generar algo mejor de lo que me encargan mis clientes y de lo que esperan los usuarios. Y al leer mis respuestas me doy cuenta de lo que hice o de que lo trate de hacer; muchas de las cosas son sólo intentos y no se perciben, pero creo que entre más profunda es la respuesta arquitectónica, no necesariamente tiene más impacto pero si más trascendencia”. c