Equipamiento urbano

Centro Cultural
Mexiquense Bicentenario


Texcoco cuenta ya con un magno recinto cultural que da servicio de más de seis millones de personas.


Equipamiento urbano Una de las obras de infraestructura cultural más significativas de los últimos 25 años se encuentra hoy en el municipio de Texcoco, en el Estado de México. Con una gran vista hacia los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario (CCMB) –proyecto de los arquitectos Alejandro Rivadeneyra y José Moyao– cuenta con una amplia cobertura de servicios culturales siendo ya punto de reunión la comunidad artística de la zona.


Ubicado al margen de la carretera Los Reyes-Texcoco, a la entrada del pueblo de Coatlinchán, el conjunto ocupa un terreno de 17 ha. Se compone de tres núcleos principales y uno de servicios. El programa general abarca un auditorio y sala de conciertos para 1,200 personas; biblioteca con capacidad para 50 mil volúmenes y conjunto museístico de 8,500 m2; edificio para 40 talleres, teatro al aire libre para 800 personas, y administración. Los edificios están entrelazados por un cuidadoso diseño del paisaje que ofrece al usuario diversas alternativas de recorrido.


Equipamiento urbano El CCMB forma parte del Instituto Mexiquense de Cultura (IMC). Su construcción estuvo a cargo de las empresas Abengoa y Grupo Higa. El centro fue diseñado y construido en 18 meses bajo el esquema PPS (Proyectos para Prestación de Servicios), lo que implica que los próximos 20 años será operado por la empresa CONSECUTEX.


Un sitio con historia y paisaje


Próximo a los baños de Netzahualcóyotl y al sitio donde fue hallado el monolito de Tláloc –localizado al exterior del Museo Nacional de Antropología, en Paseo de la Reforma– el terreno que alberga al CCMB tiene una fuerte carga paisajística. Alejandro Rivadeneyra nos dice que cuando fue al sitio por primera vez el impacto más fuerte que tuvo fue la imagen de los volcanes. “Me tocó un día en el que se veían magníficos”. Esa fue una primera imagen importante. Otra, fue que los terrenos colindantes son vastos campos agrícolas. La carretera Los Reyes-Texcoco define los límites entre el desarrollo urbano del municipio, situado del otro lado y los predios que pertenecen a la Universidad de Chapingo. Estas condiciones dan al terreno características únicas ya que aunque es vecino de una importante zona urbana, pareciera no reconocer más límite que el “Popo” y el “Izta”.


La geometría del trazo regulador evoca las extensiones agrícolas que asemejan un tapiz de formas trapezoidales donde se combinan texturas y colores. Las condiciones del lugar remitieron a los arquitectos a la obra plástica de Gunther Gerzso. “Los primeros croquis surgieron influenciados por la obra de Gerszo; poco a poco se fueron convirtiendo en espacios habitables”, expresa Rivadeneyra, y agrega que el punto de partida del desarrollo del proyecto fue la lectura del sitio y los elementos preexistentes, para de allí realizar la intervención arquitectónica.


Conjunto de edificios accesibles


Equipamiento urbano El CCMB está inserto en un contexto urbano cuya población es primordialmente joven y de bajos recursos. Es por ello que el espacio fue concebido no sólo como un centro cultural sino como un parque público. El conjunto, 100% accesible a personas con capacidades diferentes, recibe al visitante con una plaza flanqueada por un manto de agua. De acuerdo con Rivadeneyra, “está con-cebido para que sea un espacio a donde puedan llegar las aves migratorias”.


Desde la plaza el visitante tiene dos opciones, la primera es entrar de lleno al recinto cultural, o bien dar una caminata que inicia en una rampa que lleva a los techos de los volúmenes de la biblioteca y el museo convertidos en grandes terrazas verdes que rematan en un mirador en el último nivel de museo hacia los baños de Netzahualcóyotl y los volcanes. A nivel de calle, la plaza remata en un pórtico de acceso generado por la rampa en ascenso. Los pilares, aparentemente puestos al azar, son a la vez tableros para plasmar la obra de artistas jóvenes.


La sala de conciertos, el teatro al aire libre y el auditorio –diseñados por Moyao Arquitectos– están agrupados en el costado sur del predio, mientras que la biblioteca, el museo y el edificio administrativo se suceden en el costado norte. Al centro, una plaza es el eje que liga a todos los espacios; los talleres quedan al fondo en el lado nororiente. Dado el tamaño del conjunto, éste cuenta con varios estacionamientos. Así, la volumetría de los edificios juega con planos geométricos superpuestos que generan claroscuros, sombras y perforaciones. El color terracota del conjunto salió de la misma tierra del lugar. “Tomé un puño de tierra –dice Rivadeneyra– y así se decidió el tono. Con ello buscamos que el edificio se integrara al contexto y por ende se adueñara del lugar”.


Equipamiento urbano La tipología de cada cuerpo es plenamente identificable por sus características volumétricas. El auditorio es el único edificio que tiene una escalinata para acceder a él. Una fachada acristalada anuncia el vestíbulo que precede a la sala. Está equipado con la más moderna tecnología. Por su parte, la biblioteca es una estructura alargada en planta con una altura variable y niveles intermedios a diferentes alturas que se comunican con rampas. Aunque este espacio se vuelca hacia el interior, tiene gran relación con el exterior. La fachada sur muestra ranuras verticales que dejan colar la vista hacia la plaza que ordena al conjunto mientras que la fachada norte –donde están ubicadas las salas de lectura y consulta– abre la vista.


El museo se desarrolla en varios niveles y está concebido para visitarse de arriba hacia abajo (solución inspirada en el Museo Guggenheim de Nueva York de Frank Lloyd Wright, así como en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona de Richard Meier). Otro aspecto a destacar es que en cada nivel el visitante puede salir a una terraza. El edificio integra tres museos temáticos bajo un mismo techo: antropología e historia, artes populares y arte contemporáneo. Las bodegas así como los talleres de curaduría y museografía están debajo de las salas de exhibición. En lo tocante al edificio de talleres, el partido arquitectónico se basa en el esquema compositivo de los antiguos patios de labores de antiguas haciendas. El edificio está compuesto por una serie de módulos, cada uno con un patio central que ordena salones, bodegas y servicios.


Para un subsuelo débil: concreto


Si para los arquitectos el paisaje agrícola significó una fuente de inspiración en el diseño arquitectónico, para los ingenieros responsables del diseño estructural el desplantar los edificios sobre terrenos otrora destinados al cultivo representó un reto en las soluciones estructurales dadas las características mecánicas del subsuelo. En este sentido, el uso del concreto tuvo un rol primordial.


Rodolfo Valles –de Ditec– explica que el terreno tiene una capacidad de carga superficial inferior a las 5 ton/m2 y un nivel freático que en tiempos de estiaje está a 2.5 m; pero en época de lluvias llega a ser casi superficial. Estas condiciones determinaron la necesidad de hacer un mejoramiento del terreno en los edificios desplantados superficialmente. En los cuerpos de talleres, por tratarse de estructuras ligeras, la cimentación está basada en zapatas de concreto aisladas, mientras que en el museo y la biblioteca fue resuelta mediante un cajón de concreto compensado dadas sus grandes dimensiones en planta. En lo que toca a la superestructura, las columnas de estos dos últimos cuerpos son de concreto para garantizar el trabajo adecuado del sistema ante un sismo. En la biblioteca la única losa completa, aunque inclinada, es la de azotea, pues los niveles intermedios son losas parciales a diferentes alturas. Estas losas están diseñadas para soportar cargas vivas entre libreros y usuarios de 900 kg/m2 y son soportadas por columnas de concreto con alturas variables de 3.00 a 9.35 m. En el caso del museo, la estructura tiene entrepisos de 6.50 m de altura con una capacidad de cargas vivas de 800 kg/m2.


Equipamiento urbano En lo que toca a la sala de conciertos, auditorio, caja escénica y foro al aire libre, al ser estructuras con claros mayores y descargas importantes, la cimentación fue resuelta con 24 pilas de concreto entre 0.80 y 2.20 m. de diámetro desplantadas a 17 m. de profundidad. Estas pilas absorben la importante carga de equipos de audio, iluminación y telones, y evitan asentamientos diferenciales entre los cuerpos. Toda el área enterrada bajo la luneta de la sala de conciertos tiene muros de concreto dobles: los exteriores para contener el terreno, y los interiores para soportar el área de lunetas y aislar las cámaras plenas y pasillos de instalaciones; algunos de estos muros tienen alturas libres de hasta 5.90 m. La zona de butacas está resuelta con losas de concreto que permitieron dar los niveles de isóptica requeridos. En los niveles de balcones, estas losas se hicieron prefabricadas para agilizar el proceso de construcción y abaratar costos. En el extremo hacia el escenario, los prefabricados se resolvieron en volado; tienen 15 cm de espesor y concreto estructural de 250 kg/cm2 de resistencia para limitar el peralte de la estructura, evitando así que estorbe en la isóptica y acústica de los lugares de atrás.


La caja escénica –ubicada al centro entre la sala de conciertos, el auditorio, camerinos y foro al aire libre– tiene dimensiones en planta de 48.00 x 18.00 m. Todos los aditamentos teatrales están colgados en el extremo superior de su parte más alta, por lo que funciona como un péndulo invertido. El dr. Valles explica que para poder soportar esta carga ante una solicitación sísmica la solución estructural es de muros de concreto de 35 MPa, de 60 cm. de espesor aligerados con bloques de poliestireno de 40 cm. Las columnas y trabes que forman la estructura principal quedan incluidas dentro de los 60 cm de espesor y las "nervaduras" entre los casetones de poliestireno son de 20 cm. En esta estructura se utilizaron casi 3,000 m3 de concreto. Así, el flamante Centro Cultural Mexiquense Bicentenario es una realidad. Sus edificios, si bien austeros, no sacrificaron el concepto estético ni la calidad espacial.


 

Textos: Isaura González Gottdiener

Fotos: a&s photo/graphics

 

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