Unas palabras para el domador del concreto

Ana Laura Salvador Arriaga

La explosión de sentimientos, vivencias e imágenes que Mathias Goeritz experimentaba comprenden un lenguaje. Interpretaciones interdisciplinarias que reflejan integridad, control, visión, timidez, sensibilidad, e incluso soledad. Su necesidad de expresión lo llevó a recurrir al arte y dominar diversos instrumentos, de ahí la necesidad de recordarlo, a manera de homenaje, en este breve espacio.

Maestro de la escultura, domador de materiales, creador de lenguajes. Mathias Goeritz se arriesgó como pocos a manejar el concreto. Material que usó para monumentales elementos –como las Torres de Satélite–, para formas caprichosas –como su Animal del Pedregal– y para estructuras arquitectónicas, como el Museo de El Eco. Goeritz es el experto que devela la variedad de usos de un material y conquista fronteras con los resultados.

Página 1 de 1

Transmite emociones por medio de materiales, convierte lo muerto en vivo; el concreto en movimiento, lo cotidiano en único. Genera una retroalimentación de realidades en una pieza concreta. Goeritz, con el concreto, pasó de la necesidad física a la emocional superando lo funcional.

Traduce el tabique y el concreto en una obra integral; la arquitectura en una escultura habitable y vivencial… en un impulso poético que lleva a la realidad. En este sentido, en el Museo Experimental de El Eco, demuestra su capacidad de jugar con la pintura, controlar la arquitectura y vivir la escultura, incluyendo la literatura. Genera una integridad plástica viva. Sus esculturas que integran y engloban épocas, reflejan la pasión con la que fueron creadas. En ellas, el concreto se acomodaba perfectamente en sus moldes haciendo que brotara de este material formas, que bien estudiadas, simulan movimiento.

El Animal del Pedregal –la serpiente en concreto más famosa de la Ciudad de México–, narra la admiración del autor por la cultura prehispánica. Deja que su imaginación se pose por un momento en lo eterno y al mismo tiempo que se quede impregnada en nuestro recuerdo.
En otro escala, día a día, miles de personas construyen el comienzo de un día con la imagen de Las Torres de Satélite. Cinco enormes bloques de concreto aparente que anuncian la entrada a un fraccionamiento en el Estado de México. Símbolo urbano de 58 metros de altura que manifiesta la imaginación desbordada del artista. Hitos que enmarcan zonas; museos que reviven la experiencia; objetos que explican una herencia. Así, el concreto fue para Goeritz no sólo un material, fue una de sus principales razones de expresión.