El cálculo de la modernidad
Gregorio B. Mendoza.
Foto: A&S Photo/Graphics.

Con carácter analítico y una buena dosis de sarcasmo, el ing. Raúl Izquierdo enfrenta
aquellas realidades infortunadas que vivimos: Habla de la ciudad, de los arquitectos que afirman construir su nuevo perfil, y de aquellos que dicen serlo aunque sólo tienen lo necesario para ser estigmatizados como promotores de sueños.

Al ingeniero Raúl Izquierdo le preocupan muchas cosas, entre ellas, la falta de “realismo” con que algunos edificios son proyectados emulando la estilización de otras urbes extranjeras; la escasa capacidad de diálogo que pueden tener los arquitectos y, sobretodo, la carencia de objetividad ante una actividad que debería de tener como principal premisa la satisfacción y seguridad de usuario: la arquitectura. Él es un ingeniero que a pesar de su vasto conocimiento, sigue buscando fuentes de aprendizaje que lo hacen recordar el por qué definió esta disciplina como su forma de vida.

    

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Siendo ingeniero…
“Mi padre es ingeniero civil; empezó a trabajar en 1942 y todavía sigue haciéndolo. Esto de alguna manera marcó una influencia en mi decisión por estudiar ingeniería, aunque otra parte elemental fue encontrar en las materias que tenían una gran carga matemática mi principal interés académico: en verdad mi única duda consistió en el bachillerato ya que me atraía demasiado la química. Yo siempre supe que terminaría siendo Ingeniero”. Con tres hermanos, de los cuales ninguno estudió algo vinculado con la profesión de su padre, reconoce que es muy claro que más que presión por estudiar la carrera, logró definir su vocación a tiempo y entonces comenzó a trazar su propio camino. “Recuerdo que trabajé algunas veces aquí en la oficina como dibujante; también que el primer proyecto que dibujé lo realicé entre el segundo y el tercer semestre de la preparatoria, en 1971 (fue un proyecto en Tabasco). Después de casi un año en la oficina, empecé a adentrarme en los cálculos y entonces entré a la Universidad Iberoamericana; la UNAM estaba en huelga y ésta duró ocho meses; por ello hice mi examen de admisión en la Ibero y después de haber entrado, a los dos meses la huelga se levantó. Pensé que era importante darme cuenta si estaría cómodo en la universidad que me había aceptado… así fue y de esa forma seguí hasta culminar mis estudios, pertenezco a la última generación de la Universidad Iberoamericana incorporada a la UNAM”.

No tenía el hígado para ser contratista…
Poco tiempo después, comenzaría a incorporarse a otras áreas que aunque lo enriquecieron, también lo enfrentaron a situaciones que no le fueron del todo agradables pero que hoy, forman parte del anecdotario: “Estuve un tiempo en elevadores OTIS haciendo algunas cuestiones de ampliaciones para oficinas; ahí entendí que no tenía el hígado para ser contratista y eso me sirvió para obtener una formación más integral. Finalmente, comencé mi práctica en el campo de la ingeniería estructural, que es a lo que me he dedicado desde 1977. Ya son treinta años”.

Depurarse como ingeniero…
“Quizás, simplemente me tocó la ventaja de todavía tener que trabajar con la ingeniería estilo clásico o antiguo ya que había muchos métodos manuales, pero nada más. No había computadoras, entonces debías aprender muchos métodos gráficos para resolver problemas reales. Para mí el trabajo comenzaba a tomar sentido porque revisábamos proyectos de otras personas —nuestra oficina era asesor de lo que hoy es Banobras—, entonces se examinaban esos proyectos, que eran por
ejemplo: terminales de autobuses, rastros, mercados municipales, etc. Ellos mandaban sus proyectos y nosotros los revisábamos. Yo estuve encargado en revisar aproximadamente doscientos de ellos.
Como cada método y sistema de trabajo era diferente; fue algo interesante el entender qué habían hecho, qué querían hacer, ver si se habían equivocado o no y sobretodo, conocer los reglamentos para ver si se aplicaron bien, para sólo entonces poder dar un juicio suficientemente profesional”.

Ha evolucionado la ingeniería estructural…
La evolución ha sido un proceso constante, afirma Raúl Izquierdo; asegura que hay que adaptarse rápido a las exigencias que el mismo mercado presenta. Acerca de esto nos comenta que en aquellos tiempos —ya en la década de los ochenta— empezó el uso de la computación como un servicio externo: “uno contrataba empresas o ingenieros que se dedicaban a hacer análisis estructurales por computadora porque no se tenía acceso a las computadoras tan fácilmente; se tenían que usar computadoras enormes que poseía la UNAM o constructoras grandes.
En la oficina empezamos a manejar el cómputo y compramos programas que eran de muy poca capacidad se podían resolver marcos rígidos de siete y ocho pisos con cuatro crujías y eso se tardaba en resolver en un aproximado de 30 minutos, siendo los elementos a analizar muy elementales, si éstos no se resolvían así se resolvían con métodos manuales y demás, lo cual implicaba mucho tiempo. Para la ingeniería estructural fue un gran avance que se intensificó con el uso de las computadoras personales ya que poseen una capacidad mucho mayor; éstas resolvían hasta 50,000 ecuaciones simultáneas en unos 3 ó 4 min. Lo más interesante es que con el uso de las computadoras también tuvo que ver el cambio de geometría de los espacios arquitectónicos.
Si acotáramos los problemas que sufrieron los edificios en 1985 podríamos nombrar que había una arquitectura más de vanguardia con influencias europeas que, por ejemplo, a nivel estructural utilizaban unas columnas que se alzaban en ciertos niveles derechas y de repente se bifurcaban en la siguiente planta; estos eran elementos que con los métodos manuales no se podía resolver bien, no había manera de hacerlo. Esas cosas se resolvían en muchos de los casos de acuerdo al sentimiento y experiencia del ingeniero”.

Arquitectura e ingeniería…
“Yo creo que siempre la arquitectura ha ido adelante a la ingeniería estructural; o sea, siempre ha habido unas cosas que se salen de lo común y generan elementos que hay que construir de alguna manera. Entonces las primeras ejecuciones salen de la inspiración de los ingenieros y hasta después se van documentando, generando nuevos métodos para lograr una mayor estilización. Así sucedió, por ejemplo, con los paraboloides hiperbólicos”.

Su trabajo estructural de la mano del concreto…
“México es un país de concreto, desde nuestras culturas prehispánicas —donde comenzaban a utilizar piedra y argamasa. La respuesta del por qué es muy simple: es un material natural, los albañiles saben trabajar y realizar más cosas de concreto que de sistemas alternativos y sobretodo que hay detrás de él una evolución constante que ha permitido generar toda una tecnología del concreto. Hoy podemos encontrar una serie abundante de agregados, aditivos y complementos especiales que permiten utilizar este material prácticamente bajo cualquier exigencia que se requiera; con él puedes controlar sanidad, salinidad, estilización arquitectónica, en fin sus cualidades son abundantes”.
A tres décadas de haber comenzado su carrera en el campo estructural reconoce que a pesar de los innumerables proyectos en los que ha participado (Corporativo Calakmul, Museo del Niño, Villa Olímpica, Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, etc.) han existido algunos que lo han marcado de manera importante por cuestiones específicas. Uno de ellos fue el edificio de la Bolsa Mexicana de Valores en el Paseo de la Reforma; ha sido el único caso en el que me tocó trabajar en el anteproyecto estructural aproximadamente unos tres o cuatro meses de trabajo en esta etapa; lo más interesante vendría después ya que era una solución muy particular, se trataba de un edificio edificado previamente, tenía cinco niveles construidos, se había suspendido la construcción
y la habían vendido. Cuando comenzamos a trabajar ocurrieron los sismos de 1985, entonces tuvimos que trabajar con el reglamento de emergencia del 85 que era mucho más severo en las cuestiones sísmicas que el de 1976, y una de las condiciones era el no demoler lo que ya había o demoler lo mínimo posible, entonces teníamos que balancear lo que ya había de cimentación construida, eran aproximadamente 500 pilotes y ya no se podían poner más, entonces tuvimos que quitarle cerca de 10,000 toneladas de peso del proyecto original para no tener que ponerle más pilotes y de ahí fueron saliendo los niveles finales que el edificio tendría, fue algo muy interesante el generar un edifico que fuera lo más grande y espectacular posible como nos los pedían”.
Hoy, su oficina cuenta en su historial con más de 2, 000 proyectos resueltos con los que se ha afianzado no sólo a nivel nacional sino en algunos casos llegando con soluciones a Canadá y Estados Unidos. Sobre la obligación y compromiso de la ingeniería estructural en nuestro país enfatiza que mientras no haya inversionistas o universidades interesados en desarrollar tecnología apropiada a las condiciones especificas del país, estaremos detrás de países que invierten constantemente en la generación de nuevas geometrías que posteriormente son empleadas para generar los edificios más destacados del orbe. “yo creo que ha habido una separación que no debería de existir entre la parte práctica de los proyectos con la parte de investigación; sin embargo, apenas se ha comenzado en México a generar estudios sobre ciertos materiales empleados, como el tabique a nivel de vivienda fomentados por el Instituto de Ingeniería, falta mucho por hacer, el mejor campo de estudio podría ser la Ciudad de México, sus condiciones son de alto nivel ingenieril y esta profesión requiere responder a sus necesidades con un alto sentido de la responsabilidad y la ética.