Entre la conservación
y la enseñanza

Fotos: A&S Photo/Graphics
Gregorio B. Mendoza

En esta ocasión, la
sección se engalana con la presencia de
un arquitecto que ha dedicado su vida,
entre otras cosas, al rescate de nuestro
valioso patrimonio; conozcamos un
poco acerca de él.

    

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Charlar con el dr. Xavier Cortés Rocha, es verdaderamente enriquecedor pues su voz sigue anhelando compartir el conocimiento adquirido a lo largo de su vida profesional. Nos presenta, con calma, cada una de las facetas que ha experimentado y es indudable la emoción que le genera el hablar de arquitectura y conservación. Sin duda alguna, quienes han sido parte de su grupo de alumnos habrán tenido más de una vez el honor de escucharlo y con ello, la oportunidad de valorar lo que es el pasado de México.

Los inicios
Sobre sus inicios en el campo de la arquitectura, Cortés Rocha comentó a CyT: “El interés en la arquitectura surge en el bachillerato cuando tuve que reflexionar qué carrera iba a seguir. La arquitectura, como una combinación de creatividad y técnica, me atrajo y decidí inscribirme en la Escuela Nacional de Arquitectura, de la Universidad Nacional Autónoma de México; estamos hablando de los años sesenta. El contexto era el siguiente: la Ciudad Universitaria iniciaba a sorprender a todo México, recién estrenada; lucía flamante.
Yo tuve la fortuna de cursar ahí los estudios y después de eso la vida me ha llevado por distintos caminos en el ámbito profesional.
Dedicando los primeros años profesionales a ejercer de manera particular, haciendo trabajos de arquitectura, fui afortunado porque desde el principio tuve la oportunidad de recibir encargos interesantes que me permitieron desde antes de salir de la carrera alcanzar un buen trabajo, haciendo casas, cuestiones relativamente sencillas, pero no por eso poco importantes.
A partir de ahí los estudios que realicé sobre urbanismo, en Paris, marcaron el inicio de una parte de mi carrera, dedicada a la cuestión urbana donde desarrollé una serie importante de trabajos, algunos en el sector público —formando parte, por ejemplo, de la entonces Secretaria de Asentamientos Humanos y Obras Públicas— o de manera particular donde he tenido la responsabilidad de llevar a cabo diversos planes de desarrollo urbano, proyectos de zonas habitacionales o cuestiones de diseño en ciudades turísticas, etc.”

¿Esta misma diversidad lo llevó a impartir cátedra?, porque podemos decir que en gran medida sus clases han colaborado sobremanera a forjar a arquitectos hoy también de prestigio.
“Siempre he combinado mi labor profesional con el área docente. Mis clases en la Universidad empezaron en 1968. Estoy por cumplir 40 años en ello el año próximo y eso ha sido una tarea extraordinariamente gratificante que me ha permitido conocer muchas generaciones de jóvenes, tener un contacto muy fructífero, muy grato con ellos. Mucha gente me pregunta: ¿Y por qué las clases? Sólo contesto que las clases son por aquello del síndrome del vampiro: “por estar en contacto con sangre joven”.

¿Qué ha notado en estas nuevas generaciones? ¿Cuáles son los cambios que han ido gestando a través de su visión de la arquitectura en México?
Yo creo que las nuevas generaciones tienen ventajas sobre lo que tuvimos nosotros. Nosotros teníamos una serie de experiencias, de conoci mientos a nuestra disposición; una serie de elementos de información de aprehensión de la realidad, pero las nuevas generaciones tienen a la mano mucha más información que nosotros no teníamos. Los muchachos hoy en día tienen enormes posibilidades y también una enorme capacidad para manejar esa información, por lo que pueden aumentar de una manera realmente notable su capacidad”.

La universidad lo ha considerado innumerables veces para estar al frente de grandes encomiendas…
“En la UNAM fui Jefe de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura. Posteriormente fui Coordinador General de Estudios de Posgrado, entrando en contacto con todos los posgrados de todas las universidades: filósofos, veterinarios, abogados, en fin, todas las disciplinas universitarias. Poco después de dejar de ser el Coordinador de Estudios de Posgrado fui designado por la Junta de Gobierno para ser el director de la Facultad de Arquitectura y lo fui por dos periodos. Ésta es una de las más importantes y gratas encomiendas que he tenido en mi vida: el dirigir la propia facultad es una experiencia extraordinaria, ahí estuve seis años y medio, hasta que el doctor Francisco Barnés de Castro, recién designado, rector de la universidad me invitó a ser el Secretario General de la institución.
Al terminar esa tarea, después del cambio de rector, estuve por un plazo breve, como Director de Obras de la Universidad y después fui invitado a la responsabilidad que tengo actualmente que es la de Director de Obras de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural (dependiente de Conaculta), ésta es una encomienda muy importante, porque trabajamos con monumentos del país, con los monumentos que conforman su patrimonio”.
¿Ha sentido temor al trabajar con los emblemas, lo hitos y las fuentes de identificación social de una nación?
Definitivamente sí. Hace un par de años nos tocó restaurar la campana de Dolores ahí en Palacio Nacional; hubo que bajarla de su lugar, llevarla con todo respeto al sitio donde fue restaurada en algún lugar del propio palacio donde de manera reservada se fue restaurando e ir a Dolores, Hidalgo a buscar mezquite de la misma especie de lo que es el contrapeso de la campana para hacer los injertos necesarios, se hicieron los análisis de la madera como de los metales que la integran, hubo que hacer un badajo nuevo porque estaba totalmente deteriorado —el anterior se guardó en el Museo de Antropología— pero se hizo uno con las mismas características, con el mismo metal, estabilizar el metal de la campana y volver a forrar, volver a subir e instalarla en su lugar. De verdad algo muy complicado, el grado de responsabilidad de todo el equipo es justamente monumental. También hemos trabajado recientemente en restaurar la iluminación del Palacio Nacional. Cada vez que uno adquiere la responsabilidad de un monumento esas tareas se deben hacer con un enorme respeto, con un información histórica válida para seleccionar los procedimientos que permitan que el edificio esté en la mejor condición de estabilidad, de comportamiento, de aspecto: todo eso se tiene que hacer con profesionalismo, con seriedad”.

Después de la Catedral Metropolitana…
“Aún hay mucho, por ejemplo el Palacio Nacional, aunque tiene una problemática diferente, pero es un edificio con una riqueza y peso emblemático también muy importante, estos dos edificios, cada uno en su género pesan mucho sobre la espalda en materia de responsabilidad”.

El equipo…
“Con las obras que tenemos a cargo trabajan artesanos de alta calidad; carpinteros, ebanistas, tapiceros, canteros, albañiles, vidrieros, en fin gente de muy diversas disciplinas que deben dominar su oficio, que tienen que dominar sus tareas porque lo mismo nos toca la sillería del coro de una catedral que las sillas de la sala de acuerdos del Palacio Nacional o las cortinas de uno de los salones de las residencias del mismo edificio o de tapar las grietas en una bóveda que ha tenido un deterioro como en Catedral. No podemos menospreciar el trabajo, el equipo debe de ser en cada área el mejor.

Realmente los mexicanos somos afortunados porque siguen existiendo estos artesanos conocedores de su oficio. Ya en países ricos estos personajes valiosos se han perdido, pues la gente se dedica a otras cosas. Aquí aún contamos con ese amor por detallar la madera, por labrar la piedra o por hacer elementos de hierro forjado lo hacen y lo hacen muy bien, dominan sus tareas muchas veces lo único que tiene que hacer uno es estar atento a que las cosas se hagan con oportunidad porque ellos los saben hacer de forma excelente”.

La mejor satisfacción…
“Yo diría que cada una de las facetas en las que me ha tocado participar, me han dado grandes satisfacciones. Le mencionaba el caso del Tribunal Federal Electoral, pero hay muchas obras de enorme envergadura que me han llenado de satisfacción, desde casas habitación, por mencionar simplemente un género —que podría ser el más socorrido en la profesión— y luego los cargos en la administración universitaria”.
Ser director de la propia facultad en un cargo honrosísimo, que la Junta de Gobierno lo entreviste a uno y después le diga que fue designado para dirigir su facultad, fue muy honroso para mí. Hace 11 años estuve entre los finalistas para estar en la rectoría de la universidad. Es algo muy grande que se piense en uno para dirigir la institución. Por ello, estar a cargo de los monumentos de propiedad federal también da enormes satisfacciones y trabajar por todo el país, recorrer el país y que eso sea parte del trabajo y que le paguen a uno por hacer lo que le gusta, es uno de los mayores privilegios que se puede tener”.