Sustantibilidad

El concreto ante la sustentabilidad

Independientemente de la capacidad económica de las personas, su necesidad de hábitat es inobjetable. Transformar el espacio, vincularse al medio ambiente y hacerlo apto para el desenvolvimiento de sus propias actividades han sido tareas inherentes a los individuos desde la prehistoria.


En los próximos 40 años, 2 mil millones de nuevos seres poblarán la tierra; 80% de ellos vivirá en Asia o África, a decir de George Martine en “Preparing for sustai-nable urban growth in developing areas. United Nations expert group meeting on population distribution, urbanization, internal migra-tion and development” (Nueva York, enero de 2008). Esta humanidad demandará de alimentos, salud, edu-cación, vivienda y muchos otros satisfactores que son parte de la vida actual. Casi todas las actividades que realizarán lo harán debajo de un techo o en medio de un espacio conformado.


Los seres humanos, al igual que los demás seres vivos, interactúan para prodigarse unos a costa de otros, la satisfacción de algunas de sus ne-cesidades. El equilibrio del medio ambiente no puede sino entenderse como un equilibrio dinámico que se ajusta incesantemente a las circuns-tancias resultantes de la coexistencia entre actores y escenarios cambian-tes. Un planeta vivo como el nuestro, con fuerzas propias más poderosas que todas aquellas que los humanos podamos acumular, –al menos hasta ahora– se mantiene en permanente devenir obligando a sus huéspedes a adecuarnos a esa realidad.


No es usual en estos tiempos prodigarse abrigo en cuevas o en árboles. Más de la mitad de la población mundial vive en urbanizaciones de diversos tamaños y la tendencia continúa en ascenso. La ciudad como uno de los mejores y mayores inventos colec-tivos de la raza humana ha tornado nuestra vida más fácil en muchos aspectos pero, en una manifestación más de la Curva de Lapper, nos cobra factura al cruzar un umbral de escala, con difusos y variables límites.


En este contexto, mantener los métodos tra-dicionales de producción, distribución y consumo para una población mundial que refleja cambios en la configuración de la pirámide de edades, nuevas maneras de movilidad y conectividad y una sensiblemente mayor expectativa de vida, se-ría imposible. El desarrollo de la ciencia y la evolu-ción de la humanidad nos han permitido aspirar a maneras más confortables de vivir demandando espacios más cómodos y sofisticados.


La tan inevitable como hasta hoy insuficien-temente creciente oferta de inmuebles y la variedad de materiales empleados en ellos ha estimulado la creatividad humana en búsqueda de procesos de producción más eficientes y económicos; no obstante, la inmensa mayoría de ellos proviene de materias primas obtenidas directamente de la superficie terrestre, del subsuelo o de los mares, por industrias que no resultan inocuas para el medio ambiente ya sea por la obtención misma, o por los procesos de transformación, transporte o instalación en los sitios de aprovechamiento.


El cambio climático es una realidad y su origen antropogénico parece estar suficiente-mente demostrado, pero si sustentabilidad es resolver situaciones presentes sin compro-meter circunstancias futuras en un balan-ce entre sociedad, economía y medio ambiente, hemos de entender por ello una dirección más que un destino y un tránsito que considere, en cuanto a sociedad, una postura incluyente y tolerante que admita y respete todas las manifestaciones culturales que esto implique; en cuanto a economía, asimismo, aceptar que ha sido ésta, en cualquiera de sus doctrinas, la bujía que ha dinamizado importantes cambios a lo largo de la historia; con la diferencia de que en este momento, el medio ambiente, escenario de todas las actuaciones, está en riesgo.


Defender al medio ambiente sacrificando al individuo produce una rápida muerte, permitir que el indivi-duo deprede al medio ambiente conduce a una muerte lenta; ninguna es deseable. En buen número de países hay políticas que promueven la disminución del índice de crecimiento poblacional; otros tantos desarrollan tecnologías que incrementan la productividad de las superficies cultivables; y quizá en todos se trabaja en pos de nuevas formas de organización espacial y se investiga en búsqueda de nuevos materiales y sistemas constructivos; no obstante, aquella mezcla empleada por un modesto jardinero francés que buscaba una manera eficiente de fabricar arriates para sus jardines, sigue siendo el mejor de los inventos para la construc-ción de los espacios habitables que siete mil millones de seres humanos demandamos.


No obstante, este material versátil, útil y durable no se obtiene sin pagar un costo planeta. El proceso de producción del cemento aún inicia con la extracción de las materias primas, mismas que son transporta-das hasta los hornos que a más de 1000 grados centígrados de tem peratura transforman la roca previamente molida –y mojada para evitar la liberación excesiva de polvo– y después sometida a diversos procesos, adicionada con químicos según el tipo de cemento pretendido, para finalmente estar en condiciones de ser comercializado y transportado nuevamente hasta los diversos sitios de consumo.


Este proceso quizá no se aleja mucho de otros pro-cesos industriales y no es excepcionalmente ecoagre-sivo; no obstante, si observamos y confrontamos sus etapas con las mundialmente aceptadas recomen-daciones para mitigar –o al menos no contribuir– al cambio climático, cuyo origen se ubica en la liberación de dióxido de carbono entre otros agentes nocivos, encontramos: la intervención amplia en variadas zonas de terreno, generalmente sin planes de reutilización para los suelos afectados; la transportación a muy variadas distancias entre la zona de extracción y las plantas de producción con la consiguiente combustión de carburantes fósiles, desgaste de motores, neumáti-cos, y demás entes involucrados; la molienda de rocas con la liberación de polvo a granel pese a la generosa utilización de agua; el horneado de las rocas, con el consiguiente consumo de combustible; el empleo de químicos diversos, traídos de diferentes sitios; y finalmente el traslado –contaminante también–hasta los diversos centros de consumo.


Sin embargo, las cementeras están trabajando en resolver esas problemáticas; en consecuencia, en algunas de sus plantas trabajan con cáscara de arroz y aserrín en vez de combustibles fósiles para reducir las emisiones; además, se encuentran en estudio y con pronóstico de salir al mercado en breve, nuevos concretos que para su producción consumen dióxido de carbono en vez de producirlo; otros, una vez aplicados en pavimentos, disminuyen la fricción de los neumáticos y con ello el consumo de combustible de los vehículos que circulen por esas vías. Sin menosca-bo que constantemente está revisando sus diseños de hornos y tolvas a fin de hacerlos más eficientes, o que experimenta con diferentes mezclas para hacer los cementos más aislantes o más versátiles y con ello posibilitar su uso en sustitución de otros materiales o procesos más agresivos.


La nanotecnología, aplicada a la construcción, se asoma como un provocativo panorama que podría en un futuro ofrecernos concretos con menor composición de cemento y mayor participación de fibras de carbono para diversas aplicaciones que pudieran significar pro-cesos más amables con el ambiente en construcciones más tecnificadas y por ende más limpias en el amplio sentido del término. En nuestro país, los desperdicios resultantes en obra se vuelven basura; en planta se convierten en materia prima.


Si como profesionales encargados del diseño del hábitat, pretendemos contribuir a la conformación de los espacios que la humanidad requiera, y queremos hacerlo sin comprometer el mañana, hace falta que quienes especificamos, diseñamos o trabajamos empleando este material y contri-buimos a su sostenido crecimiento; busquemos formas más creativas de emplearlo y pasemos –de ser sus consumidores– a ser usuarios inteligentes del material, observándolo desde una perspectiva más amplia ocupándonos en conocer el banco de extracción de las materias primas, si se tienen o no planes para su aprovechamiento futuro, cómo es éste producido, transportado y aplicado en sitio y comparemos, con las demás opciones cons-tructivas que tengamos, a fin de recomendar la alternativa más adecuada. Esta tarea nos permitirá sensibilizarnos y de algún modo participar en los procesos y no solamente limitarnos a sugerir los productos; además, sin duda contribuirá a que la propia industria del cemento redoble sus esfuerzos y las restantes vinculadas con la construcción se agregarán a la búsqueda.


 

Autor: Enrique Duarte Aznar

 

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