Histórico

Nostalgia del concreto en papel


En esta era de información virtual, ha bajado sobremanera el envío de postales; sin embargo, es en las postales –de las cuales aún se imprimen en muchos países– donde queda impreso un mensaje del corazón, acompañado con la imagen de bello lugar o de un interesante edificio.


An la actualidad, el internet –con el correo electrónico, el Facebook, el MSN o el Twitter, sólo por mencionar algunas formas de comunicación rápida– ha hecho que las tarjetas postales sean para muchos, mero recuerdos históricos; sin embargo, aún las podemos encontrar en muchos lugares, por lo general, icónicos. En la Ciudad de México, el Palacio de las Bellas Artes, la Catedral Metropolitana y la Torre Latinoamericana son sólo tres ejemplos que uno puede hallar plasmados en bellas fotografías para ser enviadas a los seres queridos.


No obstante, en ese no tan lejano pasado en que no existía el internet, la postal fue una de las maneras más eficaces de enviar por correo, pequeñas notas, saludos o simplemente un “Te extraño”. Acerca de la historia de este tipo de comunicación, fue en 1865 cuando en Prusia se propuso la circulación de cartas oficiales sin sobre, siendo éste el antecedente más lejano de la tarjeta postal.


El concreto en postales


Al observar viejas postales del México de ayer; nos sorprende el encontrar que en muchas ocasiones, están presentes edificaciones hechas con concreto (muchas veces en combinación con acero, piedra y madera). Lo que hace ver que la importancia del material, la estética del mismo y por ende, la admiración de la obra, no era privativo de los arquitectos, ingenieros y constructores. El pueblo mismo, en muchos casos, ha “adoptado” muchas edificaciones donde el concreto es protagonista. De un ramillete de postales, presentamos sólo algunas que sin duda alguna, generan mucha nostalgia, pero al mismo tiempo, orgullo.


Los recuerdos en papel


Fechada en 1957, Mati le escribe en el anverso de una postal a la señora Consuelo C., viuda de Atwood lo siguiente: “Querida señora: le envío esta bella fotografía del edificio del que actualmente más se enorgullecen los veracruzanos”. Poco sabemos de Mati y de Consuelo; tan sólo que la primera le envió a la viuda de Atwood una postal en abril de 1957. Sin embargo, del edificio al cual hace referencia –y que sigue siendo, como escribió Mati, un orgullo para los veracruzanos–, de ése sí tenemos información. Se trata del otrora Banco de México, hoy Torre Pemex, una obra proyectada por el arquitecto Carlos Lazo, y terminada de construir en 1954. Resulta interesante al ver esa imagen de una obra realizada en concreto, que aunque haya cambiado de “dueño”, sigue mostrando su silueta refinada por delgadas columnas de concreto.


La pieza, ubicada en una esquina del malecón, la cual fue ganada al mar cuando la obra fue construida es una obra clave de la arquitectura de los años cincuentas en Veracruz. También se conserva aún el complejo escultórico creado por el famoso artista plástico Francisco Zúñiga, en el cual, por cierto, en altorrelieve, se puede observar la propia efigie del arquitecto Carlos Lazo.


También del puerto de Veracruz tenemos otra postal firmada por “Doring’s”: El cine Díaz Mirón, ejemplo de cómo fueron antaño las salas cinematográficas en buena parte de la República, grandiosas, elegantes y no lo que, desgraciadamente, ahora son: mini auditorios en los cuales, en muchas ocasiones, no se cuidan aspectos como los de seguridad y acústica.


El cine Díaz Mirón, en honor al poeta Salvador Díaz Mirón, ostentaba una fachada que muestra la persistencia del muro sobre los ventanales, los cuales, por cierto, recuerdan a las ventanas-óculos tipo embarcación, que pusiera de moda en los años cuarenta Le Corbusier. Desgraciadamente, hoy no sólo ya no existe esta obra que de tan bella, fue objeto de una postal. La Alameda y entorno donde se encontraba, señalan las noticias, están en condiciones de olvido; se han talado árboles y lo que fuera un paseo brillante, se convirtió en sitio de alto riesgo por la inseguridad.


Bellas postales


Olga le escribe el 23 de septiembre de 1941 a su mamá para contarle que se en cuentra cansada por el calor que se siente en el puerto de Acapulco, motivo de la postal donde se lee el nombre del fotógrafo “Pintos foto”. Se trata de una imagen que pudiéramos decir que no ha cambiado mucho; el llamado Mirador, frente a la Quebrada, desde el cual se pueden apreciar a los también icónicos “clavadistas” que desafían al mar desde las alturas rocosas. El Mirador, apoyado parte en concreto, parte en piedra, con sus decenas de escalones, sigue siendo visita obligada para todo aquel que quiere saborear el Acapulco de antaño; ése de las grandes muestras de cine; del de la Virgen Sumergida. Un Acapulco que ya pocos reconocen. También de Acapulco existe una postal de la Aduana, que muestra una línea arquitectónica más cercana al llamado Estilo Internacional.


También en el Pacífico, sólo que más al norte; una postal antigua muestra cómo era el famoso Paseo Olas Altas, de Mazatlán, Sinaloa. Sitio de descanso por excelencia de ese puerto. En la fotografía destaca la presencia del concreto en la pavimentación del malecón, así como las bancas dispuestas de frente al sol. Pocas son las construcciones que en ese entonces existían en el entorno del Paseo. El Hotel Freman –Freeman–, se lee en la pos-tal, domina el paisaje en el cual también se observan construcciones más antiguas, del siglo XIX. Este hotel, por cierto, sigue en pie y funcionando para lo que fue construido, ahora perteneciente a importante cadena hotelera. Se sabe que en 1942, el ingeniero Guillermo Freeman, quien antes de hacer el proyecto del hotel familiar, trabajó en una constructora de Estados Unidos –en los años veinte– donde desarrolló varios palacio de verano levantados de Honolulu. En los años treinta, realizó en Mazatlán un edificio de departamentos que resultó innovador en diseño y concepto. En 1942, el ingeniero Freeman buscó que Mazatlán contara con un “rascacielos”. Así nació el Hotel Freeman, con sus 13 pisos de altura, en una zona de gran belleza. Se cuenta que la construcción del hotel causó polémica: “En el pretil del Malecón de Olas Altas se cruzaban apuestas. Las posturas eran tan inverosímiles y absurdas como el motivo del concurso. “Se va a caer”, coincidían con aire docto todos los reunidos, el propósito era adivinar cuando. No va aguantar más de tres pisos... Se va a venir en pedacitos desde el sexto... No, en el décimo... Na, Na, va aguantar los 13 pisos, pero se derrumbará en un mes ¿Quieren ver?”. Frente al grupo de escépticos ociosos se alzaba la estructura en construcción del edificio más alto del puerto a mediados del siglo XX: el hotel Freeman. Junto a ella, a veces en la cima cargando instrumentos de medición y cálculo o en la planta baja verificando la resistencia de los materiales o al borde del malecón para constatar desde lejos algunos detalles, como lo hacen los pintores con sus lienzos, se veía siempre la activa figura del ingeniero Freeman Rojo, el responsable de que Mazatlán estuviera a punto de adquirir aires de urbe, con la modificación de su fisonomía de ciudad típicamente provinciana por un perfil moderno y progresista de reto a las alturas”. Este hotel, que fue abierto en 1950, fue ingeniosamente diseñado de manera tal que ninguna de sus habitaciones tiene vista hacia el interior y desde cualquier ventana se puede ver, ya sea la ciudad o el mar.


Por otro lado, se sabe que en 1948, el humanista Alfonso Reyes se hospedó en el Hotel Marik –hoy desaparecido– por mucho tiempo dadas sus afecciones cardiacas; el hotel era propiedad de Carlos Iturbide y que se encontraba en el centro de la Ciudad. La postal, en este caso no tiene ningún texto es su anverso, nos muestra un lugar con un enorme jardín y con bellos techos a dos aguas. Se sabe que antes de existir el hotel, ahí se encontraba el Cine Aurora. Para los años treinta ya se habla en algunos libros de su existencia y para fines de los años setenta seguía en funciones. Vicente Gandía realizó obra mural en el restaurante El Dorado de este hotel.


Otra postal interesante del arcón de los recuerdos en papel es la del Banco ejidal de Martínez de la Torre, inaugurado en 1945, el cual, como institución crediticia, nació en 1935. Hoy desaparecido al ser construido un centro comercial que, siendo sinceros, no tiene la interesante estética que mostraba el edificio anterior.


 

Texto: Yolanda Bravo Saldaña

Fotos: Archivo YBS

 

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