Hasta siempre maestro

Published on Monday, 30 March 2015 11:19
Written by Gregorio B. Mendoza
Hasta siempre maestro
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HACE UNAS semanas falleció el Arquitecto Agustín Landa Vértiz (1951-2015). Maestro de muchísimas generaciones, dejó a muy temprana edad un prolífico legado, difícil de superar y también una obra ampliamente reconocida.

Se fue muy joven –para el rango vinculado a su profesión-, lo hizo a los 63 años, a la edad en la que los arquitectos comienzan madurar profesionalmente, murió el maestro del rigor y la geometría en concreto, uno de los más talentosos alarifes mexicanos de las últimas décadas.

Construcción y Tecnología en Concreto ofrece una breve semblanza de este gran personaje a manera del más humilde homenaje que se le puede brindar a su vida y obra.

AÑOS DE FORMACIÓN

Agustín Landa creció y se educó en la Ciudad de México, nació en casa de arquitectos y aprendió mucho de las obras que visitó con su padre, el también arquitecto, Agustín Landa Verdugo. Se formó como alarife mucho antes de haber comenzado sus estudios en esta disciplina. Ingresó así, a la escuela de Arquitectura de la Universidad Iberoame- ricana, siguiendo los pasos del arquitecto Augusto H.Álvarez quién la había fun- dado, y desde ahí consolidó en gran medida todos sus intereses con la construcción y el diseño, pero fue mucho más lejos y a un ritmo más acelerado que el indicado por el periodo académico.

En el aula fue compañero de arquitectos como Isaac Broid, Alberto Kalach, Alberto Rimoch, Alejandro Rivadeneyra, entre otros. Destacó en ese grupo y marcó la pauta para la preparación de sus compañeros, quienes veían en él a una persona con gran madurez en el oficio y con una clara idea de lo que buscaba proyectar: siempre iba por delante ejerciendo presión sobre los otros y sus resultados académicos.
Comenzó a trabajar con el equipo de los arquitectos Félix Sánchez y Luis Sánchez Renero siendo aún estudiante, de ahí aprendió el rigor del dibujo y la disciplina, el amor por un oficio que siempre requería más tiempo del posible y en esa fase, también se dio tiempo para absorber las enseñanzas de la obra de Louis Kahn o Le Corbusier (maestros del concreto), esta influencia lo marcó indudablemente: su obra, ya en etapas consolidadas simplemente no puede ocultarlo.

Hacía 1976 decidió emprender un viaje para realizar sus estudios de maestría en Oxford Polytechnic. A su regreso de Europa, fundó junto con Isaac Broid -con quien lo unía una gran amistad- una sociedad dentro de una oficina modesta de apenas 10 m>2 que dio como resultado algunos de los proyectos iniciales de ambos arquitectos, dentro de los cuales destacaron obras residenciales, sucursales bancarias y un convento en el sur de la Ciudad de México. La oficina mantuvo así por un lustro su cuerpo de proyectistas.

En 1985 asumió el cargo de dirigir la oficina de su padre, ha- ciéndose responsable en conjunto para el desarrollo del proyecto del Convento para la orden de Jesús María. Años más tarde se une a él, su primo Jorge Alessio Robles, con quién se asoció para desarrollar el museo Marco de Monterrey dirigidos por Ricardo Legorreta. En medio de una época de crisis, Agustín Landa decidió mu- darse a Monterrey y emprender un objetivo más ambicioso: llevar la arquitectura moderna a esa ciudad norteña, no lo hizo solo, contó con la participación de Roberto García y su primo, el abogado Ignacio Landa, con quien funda Landa García Landa arquitectos.

Su primera gran obra fue la Torre Dataflux -182 m de altura-, una gran oportunidad, un gran proyecto que le abrió las puertas y le cambió de escala de toda su obra. Ésta torre es hasta la fecha uno de los iconos más importantes de la obra de Agustín Landa y la ciudad regiomontana. De ahí vinieron muchas más obras de diversas tipologías y múltiples retos proyectuales, de las cuales y por nombrar sólo algunas destacan: el Corporativo CEMEX en la Ciudad de México; Corporativo Martel; CEDETEC en Monterrey; Escuela de Medicina del ITESM en Monterrey; CEDETEC Cemex en el Estado de México; O Dos Vasconcelos, etc.

ENSEÑAR CON EL EJEMPLO

Agustín Landa fue recono- cido no sólo con premios y distinciones a nivel nacional, su mayor reconocimiento vino desde las aulas: desde su llegada a Monterrey se incorporó a la cátedra y nun- ca interrumpió esa actividad desde la cual consolidó la Cátedra Blanca de Cemex. Fue un personaje que además predicaba con el ejemplo, disfrutaba de compartir con sus alumnos diversas anéc- dotas de obra, de ir de viaje con ellos a conocer las piezas maestras de la arquitectura y ejercer una línea didáctica de taller en el salón de clase.

Construcción y Tecnología en Concreto conversó con Juan Roberto Romero Ramírez, arquitecto que compartió durante casi una década el salón de clases del Taller Ver- tical y la Cátedra Blanca en el ITESM Campus Monterrey. Para él, “Agustín entendía la arquitectura como un arte de sistemas, en donde las partes explican el todo y el todo es la suma de las partes. No podía haber lugar a la improvisación o la espontaneidad. Todo debía estar dentro de este sistema ordenando. La es- tructura muchas veces regía el proyecto, como esqueleto principal de este orden”.

Así, para Landa el espa- cio más importante en sus proyectos era el que no le habían pedido en el programa, por ejemplo: el gran espacio de reunión, o el jardín, de ahí su frase que hizo famosa: (sic) "al concepto le vale madres el programa". Landa, pocas veces atendía el programa, decía que un buen edificio permanecería por su concep- to y no por las actividades que en él se desarrollarían.

“Siempre habló de referen- cias históricas, su arquitectura nunca fue inventada, y sus fuen- tes fueron Louis Kahn, Sullivan, Le Corbusier, James Stirling, entre otros. Recomendaba seguir a todos los arquitectos cuya trayectoria no fuera dis- par, que fueran coherentes, de ahí también su recomendación de "andar sobre lo andado, no inventar, y no hacer de la arquitectura un producto gratuito de la originalidad", agrega Romero Ramírez.

“Como maestro -es casi unánime este señalamien- to- logró cambiarle la vida a
muchos estudiantes, tenía un don particular para impulsar a las personas; primero los cuestionaba hasta de su propia existen- cia, pero durante el semestre les hacía ver su potencialidad y al final, cuando ellos mismos veían el resultado no daban crédito: los jóvenes salían de ahí queriéndose comer al mundo. Como resultado de esto, narra Romero Ramírez hoy en día, existen más de 25 oficinas en Monterrey y en otras ciudades de la república de arquitectos jóvenes haciendo obra muy buena que pasaron por el taller de él. Estoy seguro que muchos de ellos jamás hubieran apostado por abrir su propio despacho sino lo hubieran tenido a él como maestro”.

Tuvo grandes maestros que lo marcaron y lo acompañaron siempre, entre ellos el arquitecto Francisco Serrano, Rafael Mijares, Humberto Ricalde, Félix Sánchez y Augusto Álvarez, de todos ellos aprendió un rigor en el orden que lo hizo además de un arquitecto valioso, un individuo coherente, hombre de una sola pieza. Enfatiza nuestro especialista.

LEGADO

Para Romero Ramírez, así como para Félix Sánchez, su arqui- tectura en la ciudad de Monterrey llegó a tiempo: “la ciudad estaba creciendo, tenía mucha de su infraestructura resuelta, pero la arquitectura no era lo más destacado. Llegó a tiempo porque cuando se empezaron a necesitar edificios más com- plejos en la ciudad: usos mixtos, más verticales, etc. No había arquitecto en Monterrey que pudiera resolverlos bien, con todo el rigor técnico que se necesita para hacer un edificio de esas magnitudes. Él supo cómo, y lo demostró, y marcó pauta en los edificios de departamentos, las plazas comerciales, los de usos mixtos, que posteriormente ya se hicieron aquí en Monterrey como exigencia del boom inmobiliario que se dio a nivel mundial”.

Agustín Landa fue un verdadero maestro del concreto, sus obras tienen no sólo el valor de ser edificios bien resueltos y técnicamente superiores, sino que poseen una estética peculiar que le otorga la lectura eficaz y coherente de uno de los mate- riales que más utilizó en sus proyectos, al que moldeó y tradujo haciéndolo atemporal con su lenguaje refinadamente geométrico. Con su muerte queda un vacío que difícilmente será colmado, esta pérdida marca un antes y un después de la arquitectura nacional pero abre la pauta para revisar su obra a detalle o con obsesiva determinación.

Agustín Landa, manifestó varias veces que “la tarea del ar- quitectos consiste en crear lugares en los que se manifieste el espíritu de la sociedad a través de los órdenes simbólicos, las reglas y sus excepciones”. Lo hizo bien, sus palabras son obras construidas. Descanse en paz.

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