Ciudad: de ayer al maņana

Isaura González Gottdiener

 

De la ciudad a la megalópolis

Puesto que la ciudad es un fenómeno social, su evolución obedece a múltiples factores que la mayor parte de las veces superan cualquier planeación. A pesar de todos los intentos por regular el crecimiento urbano, la velocidad acelerada de éste -producto en gran parte de la exacerbada explosión demográfica que detonara a mediados del presente siglo- ha convertido a los pueblos en ciudades, a las ciudades en metrópolis y a las metrópolis en megalópolis.

Según cifras derivadas de estudios realizados por las Naciones Unidas, en el siglo venidero el planeta contará con más de 50 megalópolis antes de cumplirse la primera mitad de la centuria.

Economía y territorio

Estas macrociudades se están conformando principalmente en Asia y en América, mientras que Europa reutiliza sus espacios evitando a toda costa el desbordamiento excesivo. En tanto que el Lejano Oriente proyecta sus ciudades hacia el cielo, los países americanos en vías de desarrollo continúan su crecimiento a ras de tierra, la mayor parte de las veces sin planeación alguna, dando por resultado aglomeraciones caóticas donde las fronteras entre casco urbano y periferia han sido engullidas por todo tipo de asentamientos que van desde cinturones de miseria hasta zonas de privilegio donde la élite se refugia de los avatares cotidianos.

La morfologia de las ciudades tiene relación directa con la territorialidad y la economía de las naciones. Los países del Este asiático, carentes de suelo, edifican rascacielos cada vez más altos que a la vez son símbolos del poderío económico e hitos de la arquitectura del fin del milenio. Estados Unidos cede aparentemente el papel protagónico al Lejano Oriente, donde al pasar de los meses nuevas torres de cristal dan la cara al cielo buscado obtener su lugar en los anales de la historia de la humanidad. Símbolos de nuestra era, los espigados edificios corporativos o de vivienda son a la sociedad de fin de siglo lo que las catedrales a la de la Edad Media.

América Latina es el reverso de la moneda. Con una economía deprimida y tierra suficiente para seguir creciendo, las ciudades se expanden derramadas sobre terreno firme. Desde luego, los rascacielos son parte del paisaje urbano y constituyen símbolos de poderío, pero no conforman el total del perfil de la ciudad como en Asia sino que son elementos aislados en la horizontalidad predominante.

Otro factor que determina el crecimiento de las ciudades es el perfil de edades de su población. Asia y América tienen habitantes jóvenes en un porcentaje mayor, mientras que en Europa la pirámide de edades se ha invertido.

El caos

La situación de caos que impera en las metrópolis de hoy se ha convertido en realidad cotidiana, tanto que, como describe Carlos Monsiváis, "la ciudad funciona de modo que a la mayoría le parece inexplicable, y cada quien extrae del caos las recompensas que en algo equilibran las sensaciones de vida invivible".

El fenómeno metropolitano es sujeto de estudio de variadas disciplinas que buscan los caminos para salir del caos. Una de las principales preguntas es hasta dónde seguirán siendo habitables las ciudades del futuro. Si serán capaces de mantener e incrementar los recursos básicos para la supervivencia humana. Si las que poseen una pesada carga cultural lograrán erradicar la nostalgia y si las gestadas en un corto plazo cobrarán identidad propia.

Nostalgia y modernidad

Ante la imposibilidad de liberarnos de la noche a la mañana del caos, acuden a nuestra mente las remembranzas de las épocas de oro, cuando la ciudad (cualquiera que fuera) era promesa de una vida mejor. Las plazas y calles, ejes de la vida urbana, han sido sustituidas por los centros comerciales y las grandes avenidas; el espacio público se ha tornado masivo; los barrios multifuncionales se han fragmentado en zonas con funciones específicas: núcleos de vivienda separados de los núcleos de trabajo ligados por vías "rápidas" donde los embotellamientos son el paisaje diario.

La tesis de la ciudad moderna que tuviera en Le Corbusier su principal promotor se ha propagado por el mundo entero rompiendo con el esquema del urbanismo típico del siglo XIX. La ciudad ya no se organiza alrededor de los espacios públicos, sino que es una sucesión de edificios autónomos que rechazan la calle. La vida urbana, que supone la reunión de personas en plazas y calles, se pierde sumergida en el paisaje apocalíptico de las metrópolis y estos espacios otrora comunes se recrean en escenografías dentro de parques de diversiones y zonas comerciales.

Y sin embargo, la ciudad antigua permanece y ha emergido del olvido para convertirse en pieza de museo que se exhibe como símbolo de identidad cultural. Lo es sin duda, pero no debe permanecer intacta como núcleo central de un pasado extinto sino renovarse desde dentro para ser parte del rompecabezas urbano donde actualmente se encuentra inmersa.

Rem Koolhaas afirma con razón que el pasado es demasiado pequeño para habitarlo. Desde su Oficina de Arquitectura Metropolitana busca comprender las megalópolis asiáticas que son ya una realidad presente. La ciudad genérica es la ciudad del futuro, libre de una identidad cerrada ya que carece de un centro tradicional. En Singapur, donde casi todo tiene menos de 30 años, esta realidad es aceptada con entusiasmo. Sin embargo, en contextos como Europa o Latinoamérica, donde el pasado constituye un símbolo de identidad, la negación de la ciudad histórica como núcleo urbano pareciera ser la negación de la ciudad misma, aunque ésta en realidad esté conformada por un mosaico multicultural de pequeños asentamientos que al ir creciendo se entrelazaron originando las grandes metrópolis.

Industria y tecnología

Estas metrópolis, comunes a nuestros ojos, fueron en sus inicios producto de la revolución industrial. La emigración del campo, aunada al descenso de la mortandad gracias al avance de la ciencia, cambió radicalmente la vida humana durante el transcurso del ya casi extinto siglo XX.

El automóvil y la computadora son elementos indispensables de la vida moderna que han revolucionado el planeta. Existen hoy teorías donde se asevera que el ciberespacio será la nueva calle, la plaza de nuestras ciudades de crecimiento incontrolado. Ya en 1966 Arata Isozaki veía en la computación una herramienta para crear la ciudad virtual, el oasis de la imaginación, la herramienta del ordenamiento. Mas en tanto somos materia, ocupamos un lugar en el espacio, por lo que la ciudad virtual es tan sólo un escape temporal, al menos por ahora.

La ciudad del futuro

La ciudad del futuro puede ser la ciudad genérica de Rem Koolhas, o la que en su caos visual deja espacios libres para crear áreas de sensatez, como plantea Frank Gehry. Puede ser el cúmulo de rascacielos; la recuperación de la historia o los cinturones de miseria; la escenografía de Disney ; la crudeza de la posguerra en Medio Oriente; la arrasada en Centroamérica por el huracán.

Mientras el hombre sea, existirán las ciudades y sobrevivirán, a pesar de las estadísticas en contra, de la escasez de agua, de la contaminación. "La crítica de la gran ciudad ñdice Jörg Albrecht- es tan antigua como la gran ciudad misma." Su estudio y planeación son una necesidad de autocomprensión humana ya que "la ciudad es la verdadera biografía de la humanidad" (Claude Levi-Strauss).

Resumen:

El debate acerca de cómo será la ciudad del futuro es atemporal. Desde que el hombre es tal, la ciudad se ha reinventado infinidad de veces, tantas como han podido hacerlo el pensamiento y la imaginación humanos. Algunas ideas se han tornado materia mientras que otras quedan como acervo para alimentar nuevas abstracciones.