La consultoría  hacia el siglo XXI

Ingeniero Ángel Muñoz Fernández

Un panorama de los cambios registrados en las empresas de consultoría a raíz del sorprendente desarrollo tecnológico alcanzado en este siglo, una reflexión sobre el significado de los mismos y un escenario construido a partir de la tendencias que hoy se observan, son aspectos tratados en la ponencia que el autor presentó en el V Congreso Nacional de Consultoría y que tuvo en todo momento como centro del enfoque al hombre.

 Luego de expresar que su intervención tendría más el carácter de charla, o tal vez de meditación, que de conferencia, el ingeniero Ángel Muñoz trazó un panorama del progreso del hombre desde su aparición sobre la tierra, señalando lo más relevante de cada época hasta llegar al siglo XX. Se detuvo luego en los avances registrados en este siglo y ubicó a la consultoría dentro de tal contexto, como actividad interdisciplinaria surgida a consecuencia de la complejidad del desarrollo. Lo que sigue es la transcripción de la ponencia a partir de ese punto. (Los subtítulos son nuestros.)

Las empresas de consultoría más antiguas de México se fundaron al inicio de los años cincuenta. Recordemos que antes, las dependencias gubernamentales contaban con departamentos técnicos que realizaban sus proyectos y las empresas privadas recurrían generalmente a servicios de consultoría extranjera. Las compañías constructoras proporcionaban a sus clientes los proyectos de obras como un servicio colateral, ofreciendo así trabajo a un gran número de profesionistas que, en forma pulverizada, lograban mantener su actividad de proyectistas.

Unas pocas compañías pioneras ofrecían servicios coordinados en diversas especialidades y despachos de arquitectos, generalmente sustentados en el prestigio personal de algunos profesionistas, y lograban realizar proyectos importantes recurriendo a la subcontratación de las especialidades.

El país se fue adecuando a la evolución mundial registrada a partir de la posguerra, y la consultoría se fue consolidando. Se crearon empresas multidisciplinarias, y las herramientas que utilizaban sus profesionales eran la regla de cálculo, el restirador, las escuadras, las copias heliográficas y las técnicas de cálculo, generalmente de iteraciones sucesivas, monótonas y poco precisas.

La computación entra en escena

Pero algo estaba sucediendo en el mundo que vendría a cambiar esos procedimientos. En 1946, un gigantesco complejo electrónico estaba operando en el sótano de la escuela Moore de Ingeniería Electrónica de la Universidad de Pennsylvania. La computadora ocupaba más de 150 m2 del piso, sobre el que gravitaban las 30 toneladas de su peso. Enormes ventiladores de 24 caballos ambientaban el conjunto. Era la "integradora y computadora electrónica numérica ENIAC", inventada por los profesores John W. Mauchly y J. Presper Eckert. Por primera vez se aplicaban válvulas electrónicas y el sistema decimal había sido sustituido por el sistema binario. La Mark I del profesor Aiken de la Universidad de Harvard ya no era suficientemente rápida para resolver los problemas técnicos cada vez más complejos. La electrónica podía ser la solución, y aquel complicado mecanismo con sus 18,000 válvulas electrónicas marcaba un hito en la historia de la computación.

A partir de esa fecha el desarrollo de las computadoras de aplicación técnica comenzó a medirse por generaciones, dada la obsolescencia en que caían rápidamente. En los años 40, la primera generación se inician con la ENIAC, y su descendiente, la EDSAC –"computadora automática electrónica de almacenamiento diferido"–, creada en la Universidad de Cambridge, la EDVAC –"computadora automática electrónica de variable discreta–, diseñada por los inventores de la ENIAC a los que se unió el profesor John Von Neuman. Rápidamente se construyeron más y mejores computadoras en todo el mundo. Recordemos aquella incansable UNIVAC que comenzó a operar en la Oficina de Censos de los Estados Unidos en 1951 y se utilizó continuamente, 24 horas al día, 7 días por semana, durante más de 12 años. En 1963 fue jubilado y ahora goza de un merecido descanso en el museo Smithsoriano.

Todas estas computadoras eran de grandes dimensiones y aplicables para usos gubernamentales, universitarios y de comerciales de grandes empresas. Aún no se lograban los equipos que una firma de consultores podría utilizar en forma generalizada.

Sin embargo, estaba muy cerca el inicio de la carrera de la consultoría hacia el siglo XXI utilizando las herramientas que se estaban creando, ya que avanzó notablemente la electrónica y la "física del estado sólido, y a mediados de 1950 nació la segunda generación. Las voluminosas celdas electrónicas se sustituyeron por transistores, mucho más pequeños y que generaban menos calor. El tamaño de los equipos se redujo, y los circuitos se hicieron más compactos y versátiles permitiendo que los sistemas se expandieran, en lugar de sustituirse, a medida que los usuarios requerían más memoria y mayor velocidad. Los elementos de información se podían localizar y estar listos para el procesamiento en más millonésimas de segundo. El equipo periférico se mejoró notablemente aumentando la velocidad de impresión.

En 1964, con la introducción de los elementos microminiaturizados, tales como circuitos integrados y memoria en película delgada, surgió la tercera generación. El equipo siguió haciéndose más pequeño, más rápido y más eficiente, la memoria aumentó y su versatilidad permitió lograr aplicaciones tanto comerciales como científicas.

A principios de los años sesenta, ya era posible a las empresas de Consultoría contar con computadoras como la IBM-1620 que permitía a los profesionistas diseñar programas para facilitar los engorrosos cálculos repetitivos. La soberana "regla de cálculo" comenzaba a ser desplazada.

En lo personal, recuerdo que cuando presenté orgullosamente las hojas impresas del primer diseño estructural de un edificio que hice con computadoras, las mismas me fueron regresadas tanto por el cliente como por las autoridades para que presentase los cálculos como "debían ser", incluyendo los diagramas de momentos y cortantes y las secciones transversales de trabes y columnas.

En fin, aquellas computadoras (la IBM 1130 vino después) nos permitían diseñar más rápido, llevar la contabilidad y emitir cheques para obtener resultados "a tiempo" y llevar a cabo las supervisiones de obra con programas tales como el "Critical Path Method" (CPM) y el PERT. Todo aquello era útil pero bastante complicado; me atrevería a decir que su utilización era en parte actualización y en parte presunción.

En realidad, las computadoras se convirtieron en herramientas efectivas con la llegada de las PC y la comercialización de los programas. Ya no requeríamos hacer programas sino que estos se podían adquirir.

A partir de esta época es cuando la consultoría inicia su desarrollo impresionante aprovechando todo el arsenal tecnológico que el ofrece el mercado. Se dirige hacia el siglo XXI asimilando en su operación los cambios que las nuevas herramientas imponen.

La consultoría se transforma

Enumerar los avances tanto del equipo como de la programación en los últimos veinte años resultaría prolijo. Es preferible describir el aspecto de una oficina de consultoría, más o menos actualizada.

Los restiradores con sus reglas "T", escuadras, plantillas y encorvados dibujantes que dejaban su salud entre rollos de albanene ya no existen, como tampoco los ingenieros con sus reglas de cálculo, códigos y monogramas, llenando hojas de cálculo a mano, ni economistas consultando libros de estadísticas y proposiciones de mercados.

En mi empresa hemos reunido todos aquellos elementos de trabajo en un museo (pequeño espacio encristalado en un rincón del taller) con iluminación y descripción museográfica. Es sorprendente cómo los jóvenes profesionales ven con curiosidad lo ahí expuesto y sonríen benévolamente, echándonos en cara la edad a los más veteranos.

Ahora los talleres se encuentran subdivididos en pequeños cubículos ocupados por muebles que contienen una computadora, algunos manuales y un cómodo asiento ocupado por un dibujante, ya no encorvado sobre el restirador sino concentrado en la pantalla y en el movimiento del "mouse". Esta es una de las ventajas de la tecnología al servicio del hombre. Además de la lentitud del dibujo manual, la incomodidad de la posición física limitaba con la edad la eficiencia de aquellos artistas, que se veían desplazados frecuentemente por otros más jóvenes. En el caso del dibujo por computadora, el dibujante, no requiere ningún esfuerzo físico para seguir trabajando a edad más avanzada; incluso a medida que se va adentrando en los trucos del manejo del banco de información, su eficiencia aumenta con los años.

Lo mismo podemos decir de los profesionistas. Es tal el arsenal de programas con que ahora se cuenta, que pueden proceder a realizar análisis estructurales, diseño de redes hidráulicas, balances de cargas, etc., con mayor profundidad que cuando contaban solamente con su regla de cálculo. Simplemente el análisis sísmico de estructuras limitado al sentido de los ejes del edificio y la distribución de cortantes y momentos entre todos los elementos, se ha reemplazado por programas de alta complejidad con simulación en la pantalla de las deformaciones ante cualquier intensidad sísmica y cualquier sentido del movimiento telúrico. Lo mismo podemos decir de las redes de una instalación industrial, con los modelos isométricos que nos indican si el tendido de las tuberías no entorpecen el paso de aire acondicionado o de elementos estructurales. Un profesional de cualquier ramo que trabaje en una empresa de consultoría actualizada, debe mantenerse al día con las nuevas herramientas que el mercado ofrece y así estará capacitado para enfrentar problemas tecnológicos que hace unos cuantos años oficialmente podría resolver.

Existe sin embargo un peligro que ya hemos captado los que vivimos las dos etapas –antes y después de la computadora–. Es la pérdida del sentido de la magnitud. Cuando leíamos el resultado en el cursor de una regla de cálculo, mentalmente teníamos, por ejemplo, el concepto de la ubicación del punto decimal y como consecuencia manejábamos bien las grandes cifras de un momento de inercia y las limitadas de la cantidad de acero de refuerzo. En forma paralela a las operaciones mecánicas, trabajaba nuestro criterio; en tanto que con la computadora, el concepto mecánico y los conceptos estructurales están implícitos en el programa y, por lo tanto, cualquier error en la alimentación de información dará resultados erróneos, no fácilmente captables por el profesionista sin experiencia, que los aceptará como válidos por el simple hecho de provenir de una computadora.

Sigamos deambulando por el taller de nuestra actualizada empresa de consultoría. Antes, cuando nos acercábamos a cualquier restirador, podíamos ver el avance del plano, su calidad, y detectábamos incluso incongruencias, simplemente cotejando cotas. Esta actividad de ir revisando a medida que el trabajo de dibujo avanzaba, nos proporcionaba la sensación de que teníamos el proyecto "bajo control". Ya no es tan evidente ahora. Vemos un número de pantallas iluminadas, vemos fracciones de plano, solicitudes al banco de datos para obtener detalles, y al fin aparece, saliendo de una máquina que se parece bastante a las tan socorridas copiadoras heliográficas de otros tiempos, un plano dibujado con una alta calidad uniforme, en blanco y negro o a color, a una velocidad impresionante. Los modernos "plotters" satisfacen las necesidades de un gran número de dibujantes de cómputo, al imprimir cualquier plano en escasos minutos.

La comunicación alcanza a las máquinas

Si a estas herramientas básicas de la computación les sumamos los avances de las comunicaciones, podemos tener una imagen completa de una empresa de consultoría actual. La información se envía de computadora a computadora, vía "correo electrónico". Sean textos o planos, se transmiten los datos de ciudad a ciudad, de país a país. Las computadoras se comunican entre sí y un plano dibujado en Singapur aparece reproducido en un "plotter" de Arkansas, en escasos minutos. Los complejos cálculos del balance eléctrico de una planta petroquímica de Kuwait pueden ser recibidos en una computadora de la ciudad de México. Las video-conferencias requieren equipos similares en localizaciones distintas para que no sólo la información técnica, sino la imagen y la voz de los interlocutores, formen parte de la comunicación. Los datos históricos, manuales, especificaciones y avances tecnológicos, en fin, el acervo de cualquier biblioteca, está ahora al alcance de las empresas de consultoría, vía la red pública Internet, que es un buen ejemplo de red informática planetaria.

Estamos terminando el milenio inmersos en las ventajas y desventajas de la globalización y la tecnología, y cambios notables están presentándose en nuestro comportamiento, en forma tan rápida que se hacen casi imperceptibles, ya que si prestamos un poco de atención, observamos cómo el impacto de los términos usados en el idioma de la computación afecta el lenguaje y produce conversaciones entre dos interlocutores expertos en esas lides, como la que escuché, pasmado, hace unos días y que transcribo más o menos:

— ¿Tienes Internet?

— Sí, acabo de comprar mi acceso.

— Qué bien, ¿y qué modem usas?

— Es un Motorola de 56 K externo, con compresión de video y MNP 10. El navegador que utilizo es el Explore 4.

— Ha de ser bastante rápido navegar con ese equipo.

— Fíjate que también es muy importante la velocidad del puerto serial, que en la actualidad soporta más de 115,000 BPS y será más rápido cuando se utilicen los puertos universales USB.

— Pues, ¿qué plataforma tienes?

— Es un procesador Pentium II, a 333 Megaherz, con 512 de caché. Tiene 64 megas de RAM, en 2 DIM de 32 megas cada uno, porque no soporta los SIMM´S. Tiene una aceleradora gráfica de 3D, de 4 megas de RAM MATROX, y una unidad de CD ROM de 36X con infrarrojo; tiene un monitor Super VGA DE 17" y le quiero instalar una unidad de DVD para ver mis películas con calidad digital.

— ¡Qué padre!

No es que me espante este idioma, lo que ocurre es que me siguen pareciendo más atractivos los sonetos de Sor Juana.

Un escenario para el siglo XXI

Pasaré ahora a la especulación, a la consultoría del siglo XXI.

No ocurrirá en los primeros años del próximo siglo, pero a medida que éste avance, las empresas de consultoría dejarán de existir tal como ahora las concebimos. Habrá grupos multidisciplinarios que trabajarán en red, sin necesidad de salir de su domicilio, todos ellos interconectados mediante claves que definirá la empresa en la que laboren, la que tendrá sofisticados "candados" para evitar la intromisión de extraños. Los equipos de computación se harán más complejos, más rápidos, más pequeños. Las computadoras de quinta generación serán capaces de resolver problemas en formas que podrían llegar a considerarse creativas. A medida que se desarrollen las computadoras de proceso paralelo, que realicen varias tareas diferentes al mismo tiempo, podrían reproducirse, hasta cierto punto, las complejas funciones de alimentación, aproximación y evaluación que caracterizan el pensamiento humano. Desde luego, los módulos de "reconocimiento de voz" permitirán una comunicación directa entre el hombre y la máquina. Ya pensando en el siglo XXI, se están investigando las computadoras moleculares en las que los símbolos lógicos se expresarán mediante unidades químicas de ADN, en vez de hacerlo por el habitual flujo de electrones.

Más adelante, a medida que el siglo avance y el planeta se unifique, es posible que las empresas de consultoría desaparezcan totalmente, al ser reemplazadas por gigantescos bancos de información controlados por macroempresas, que simplemente recibirán la solicitud de los usuarios de que cubran las necesidades de un proyecto, para que una central de cómputo gigantesca seleccione las estructuras óptimas, acordes con la localización geográfica, el equipo adecuado, las instalaciones necesarias, y presente la maqueta virtual, permitiendo que recorra las futuras fábricas presentándole opciones arquitectónicas o modificaciones al gusto del usuario. Una vez aceptado el proyecto, éste se enviará al cliente para su empleo, previo pago, que consistirá en una transferencia electrónica de algún tipo de moneda.

Los consultores ya no trabajarán en empresas de consultoría, sino que serán empleados de la macroempresa, capaz de ofrecer todos los servicios, en forma rápida y eficiente.

La tendencia de que las empresas pequeñas desaparezcan ya se está presentando en nuestra época actual de globalización. Sencillamente son absorbidas por las grandes transnacionales o desaparecen por inanición. Lo mismo va ocurriendo con las empresas de consultoría, que desaparecerán totalmente cuando arribe el primer monstruo cibernética de la información.

¿Dónde queda el hombre?

Meditemos ahora un momento en el punto toral de esta charla. Si el avance tecnológico sigue la curva ascendente acelerada, ¿el ser humano podrá mantener ese ritmo? ¿Se llegará a la incongruencia del que el hombre, creador del milagro tecnológico, no pueda asimilar sus efectos? ¿Ocurrirá con los países el mismo fenómeno de las empresas? Si ya estamos, en las comunicaciones y en la producción de programas, en manos de unas cuantas macroempresas, ¿qué ocurrirá cuando la brecha tecnológica se amplíe al grado de que sólo unos cuantos comprendan lo que está pasando, y el resto de los seres humanos sean solamente cómodos usuarios de los logros de un desarrollo en el que no participaron? Y sobre todo, ¿qué precio tendrán que pagar? Es posible que en el escenario catastrófico que sugieren estas preguntas, el hombre comience a enajenarse.

El concepto de sociedad ha existido siempre: los hombres se reúnen, viven juntos, cazan junto, guerrean unos con otros, pero siempre de manera plural; se reúnen en ciudades, se comunican sus amores y sus odios, pero participando de intereses comunes. Ya en este siglo han aparecido los primeros brotes de aislamiento. El concepto de tertulia ya no existe, como tampoco el deambular por las calles, el reunirse en las plazas. A medida que las ciudades son más complejas, el hombre tiende a recluirse entre las cuatro paredes de su casa, tiende a informarse y distraerse con la televisión, los video-juegos, y con el "navegar" por Internet los más actualizados. Es preferible ver una película rentada que leer un libro, es más cómodo escuchar los comentarios de un locutor que analizar por sí mismo un fenómeno social. Sólo en las fábricas, en las oficinas, en el trabajo en sí y en los centros de estudio, el hombre se comunica e intercambia opiniones. Cuando los avances tecnológicos de la comunicación propicien el aislamiento, cuando el libro-objeto desaparezca y la educación no requiera aulas, en forma imperceptible se habrá modificado la esencia del hombre actual para dar paso al hombre tecnológico, cuyos albores ya contemplamos en los infantes, para los que las computadoras, y en general la tecnología, parecen inherentes a su naturaleza, como si estuvieran grabadas en su código genético.

Ese hombre tecnológico irá de la mano del desarrollo, y sí, mantendrá el ritmo de la tecnología, tal vez con otros valores psicológicos y morales.

No se dará la incongruencia de que el hombre no pueda similar los efectos del avance tecnológico. Naturalmente, los asimilará, pero será un hombre distinto del actual. Podrán ustedes decirme que este adecuarse a las circunstancias del momento es una característica del ser humano, que siempre ha ocurrido así en el transcurso de la historia, pero mi preocupación es que hasta ahora, el tiempo ha atemperado esos cambios y el hombre se ha podido acostumbrar, pero actualmente, a la velocidad del desarrollo, necesariamente sufrirá transformaciones fundamentales en su esencia.

¿Que habrá una dependencia cada vez más marcada entre los países productores de tecnología y los más rezagados? Es de suponer que sí, ya lo estamos empezando a vivir.

¿Catastrofismo? ¿Pesimismo a ultranza? No, no quiero terminar estos comentarios dejando la impresión de una falta total de fe en la capacidad del ser humano. Cambiarán los valores, pero seguramente por otros mejores. Cambiará la belleza del idioma, pero no la creatividad del poeta. Se modificarán los satisfactores que el hombre del siglo XXI requiera, pero se suplirán por otros más adecuados a las circunstancias.

Esta charla la comencé hablando del desarrollo creado por el ser humano desde sus orígenes más remotos, y deseo terminarla con un acto de credibilidad en la calidad humana.

La consultoría fue solamente una faceta de este desarrollo, la que nos tocó vivir, por eso he preferido, como lo dije al principio, hablar de los milenios, de los siglos, del futuro, en fin, hablar del hombre.