El concreto como aliado
Por Julieta Maldonado

En la conservación de los centros urbanos, el concreto es un material relativamente reciente; sin embargo, hay que recordar que los romanos lo conocieron, aunque sea en forma primitiva, y que hay cierto tipo de aglomerados que fueron utilizados en la época prehispánica.
Durante la modernidad, el concreto se ha empleado exitosamente en la recuperación de edificios y de vías públicas. Al respecto, nos ilustran los arquitectos José Luis Calderón Cabrera y Alberto González del Pozo, así como el ingeniero César Vargas, en orden cronológico.

Un estuche de concreto
Las bóvedas antiguas de San Francisco, Santo Domingo y la Concepción, hechas de materiales pétreos y construidas a comprensión, solían sufrir tensiones y tracciones por los hundimientos diferenciales laterales y los sismos, provocando la ruptura de la mampostería.
Para que las bóvedas fueran capaces de soportar dicha tensión, los hermanos Calderón, José Luis y Bernardo, iniciaron en 1949 su reforzamiento, sin alterar su peralte al colocarles una tapa de concreto armado -por arriba y por debajo- sujeta mediante estribos perforados que permiten unir las varillas superior e inferior. Luego colaron una losita arriba y se hizo un aplanado por abajo.
Lo que ya no puede resistir la bóveda por sí misma, ahora lo hace su "estuche de concreto" armado a comprensión, y a cero tensión.

La restauración de edificaciones y vías públicas considera la recuperación de las obras como fueron originalmente. Con este fin, es necesario el conocimiento de cómo se trabajan los diversos materiales, tanto contemporáneos como antiguos, así como estudios históricos, sensibilidad y buen gusto..

La férula de la Basílica
La inclinación también era un factor muy importante -además de otras adiciones y transformaciones- en la antigua Basílica de Guadalupe, que mostraba un hundimiento de dos metros. En su recuperación, se crearon "férulas" de concreto en torno a los pilares principales de la nave central. Naturalmente, con un pequeño aislamiento de la camisa de concreto.
En esta obra intervinieron el ingeniero Manuel González Flores y los arquitectos Jaime Ortiz Monasterio y González del Pozo, quienes iniciaron el programa haciendo un análisis de su historia. Este evidenció que el edificio original, proyectado en el siglo XVII, había sido más corto, y que con motivo del centenario de las apariciones de la Virgen se había agrandado; aunque ya en la época virreinal había sufrido transformaciones.
A finales de la década de 1920, dicha ampliación se reorganizó empleando estructuras combinadas de acero y concreto. En consecuencia, los especialistas recomendaron reconstruir la parte original de acuerdo con los primeros planos. Esto se hizo con columnas de concreto para que pudieran resistir el desplome y para que en el futuro se pudiera renivelar el templo.
La edificación añadida -el muro testero y el ábside- la hicieron inclinada a propósito, quedando los pilares de concreto ocultos en el espesor de los muros.

Las Capuchinas bajo control
El Convento de Capuchinas, anexo a la Basílica, de 100 metros de largo aproximadamente presentaba un desnivel de tres metros. Se utilizó el sistema de pilotes de control para que sus cabezas elevaran la parte más hundida mediante gatos hidráulicos.

Los trabajos de la Catedral
El concreto también fue el material decisivo en los trabajos de corrección de la Catedral Metropolitana, los que se hicieron durante una década y consistieron en una serie de lumbreras que penetraron el subsuelo a 25 metros, con la finalidad de extraer el terreno de la parte norte del edificio (la que había resistido el hundimiento diferencial) para que la construcción bajara gradualmente 1.20 metros respecto al nivel que tenía de 2.40 metros de la parte del frente.
En ese proceso se inyectaron lechadas de cemento en una serie de perforaciones para mejorar la calidad del subsuelo en torno a la Catedral. Por un lado, se sacaba una gran cantidad de metros cúbicos y, al mismo tiempo, se le inyectaba otro tanto de lechada de cemento para consolidar el subsuelo. Al combinar las dos operaciones, primero una y luego la otra, se logró un mayor margen de seguridad.
En este proyecto también se usaron pilotes de control para contrarrestar el hundimiento lo cual, además, retrasó la inclinación, recuperando las condiciones que tenía el terreno en 1920, cuando aunque estaba inclinado no ofrecía riesgo.

Vías públicas
Las avenidas en los centros históricos juegan un papel muy importante, pero se les abandona o se les trata con materiales modernos de forma equívoca.

Oaxaca
Entre los casos acertados, se encuentra el arreglo de la plaza del Zócalo de Oaxaca y zonas adyacentes. La pavimentación de su área peatonal se realizó con concreto estampado, siendo el molde el adecuado ya que dio bastante relieve, y al ser su ejecución uniforme se logró la unificación.

Veracruz
En 1965, el adoquín de cemento y la arena fue muy útil en la conversión de áreas pavimentadas con asfalto y concreto en torno a la plaza mayor de Veracruz, pues resiste los cambios de temperatura y el medio salino.
En el centro de la ciudad
También el cemento estampado fue aplicado con éxito en las calles de Moneda, en las que se obtuvo la compatibilidad con las edificaciones que flanquean la avenida.
En otras ocasiones, el uso de los estampados de concreto no es tan feliz, por su relieve menos pronunciado o porque el pigmentado no está bien hecho
Sobre este punto, el arquitecto González del Pozo señala que "cuando se tienen datos de cómo era originalmente el pavimento, hay que reponerlo y no usar concreto a toda costa". Tal es el caso de San Miguel Allende, centro histórico famoso por sus edificios y vías públicas de baldosas de tierra y empedradas, que querían sustituir por otros materiales para que transitaran más fácilmente vehículos grandes.
El reto consiste en encontrar sustitutos adecuados y, si hay manera de conseguirlos, usar los materiales naturales. Este criterio deberá ser tomado en cuenta en los proyectos actuales de intervenir las vías públicas del Distrito Federal, porque la búsqueda de rapidez normalmente influye en la decisión de utilizar materiales modernos, y no la antigüedad de las calles.
20 de Noviembre es una avenida que data de 1930, y Pino Suárez, de los 50, pero Gante y 5 de Mayo son de principios del siglo pasado, no así 16 de Septiembre, que se fue desarrollando a lo largo de esa centuria.
En estas calles quizá se pueden emplear materiales contemporáneos compatibles, tanto en los arroyos como en las banquetas.
Madero, Tacuba, Isabel la Católica, Venustiano Carranza, que son de la traza original de la ciudad, flanqueadas por edificios de los siglos XVII y XVIII, tenían banquetas de piedra recinto -tal como se observa en algunas partes-, por lo que deben emplearse materiales naturales.
A la vez, ambos trabajos -vías contemporáneas y antiguas- han de lograr ser compatibles entre si.
En conclusión: las obras hay que verlas con ojos de algo que no es reciente, sino leer su historia en sus piedras, pues son referentes.

Recuadro 1
Criterios de aplicación

El concreto bien empleado puede ser la única manera de salvar un edificio, pero en muchas ocasiones es el principal enemigo de la restauración, cuando se usa sin imaginación.
De preferencia, siempre que sea posible, los edificios históricos hay que restaurarlos con los mismos materiales constructivos con los que se realizaron. En México, por ejemplo, la mayor parte de las edificaciones están hechos de mampostería incluyendo cimentación, muros y bóvedas.
Otra manera acertada de utilizar el concreto en la rehabilitación de las arquitecturas es su combinación con técnicas antiguas. Para muestra está el rescate del Convento de Santo Domingo en Oaxaca, que fue premiado con la presea Reina de España.
En dicha obra, el principio fue básicamente reponer una serie de cubiertas de concreto para sustituir las anteriores, pero al tomar en cuenta los vestigios arqueológicos coloniales se encontró que las bóvedas hemisféricas eran de ladrillo, por lo que se reestructuraron con mampostería.

Recuadro 2:
El restaurador

La primera norma del restaurador es el respeto a la obra construida y a su artista. Así que quien pretenda incursionar en este campo debe conjugar el gusto, la satisfacción y la admiración por la arquitectura. Es decir, saber "leer en piedra" realizando estudios sobre su construcción y las diversas alteraciones que experimentó a lo largo de su vida.
Todo inmueble ha experimentado modificaciones por razones de uso, de liturgia, de las costumbres, de los tiempos y de los estilos. Algunas fueron válidas y otras, francamente, una transgresión. Así que hay que identificar, con mucha claridad, cuál es la historia del edificio y sus intervenciones para devolverle -hasta donde sea posible- su integridad, con los mismos materiales y métodos constructivos con los que fue hecho.
El nivel de México en esta área es de vanguardismo e innovación, gracias a la apertura de la primera maestría en Restauración de Monumentos en la UNAM, por José Barrios Sierra en 1965 (también existe este posgrado en la Universidad de Guanajuato) y a las acciones, tanto de la Sociedad Mexicana de Arquitectos Restauradores como del Colegio de Maestros en Restauración de Monumentos.
Aunque el campo del restaurador en México es muy amplio, requiere presupuesto y que se valore la provincia.

Recuadro 3
Técnicas de reconstrucción

Impedir asentamientos diferenciales, atenuando la presión en el terreno y los hundimientos.
Los asentamientos, debidos al aumento del peso de la estructura por los recargos de su ornamentación o por el relleno en su interior para subir el nivel del piso, requieren aligerarla retirando la carga del relleno y los recubrimientos sobrepuestos.
Para contrarrestar las cuarteaduras de los muros y las fracturas longitudinales de las bóvedas a causa de asentamientos de los apoyos que reciben los empujes, es conveniente excavar las áreas laterales para aliviar el peso, dejando el centro intacto para que gravite. Por ambos efectos -carga y descarga-, tienden a cerrarse arcos y bóvedas.
También puede reducirse la presión unitaria del subsuelo ampliando la superficie de apoyo de la cimentación o por medio de pilotes para apoyar el edificio en una capa dura más profunda.
Cuando las cimentaciones no tienen suficiente rigidez al ocurrir los hundimientos, se producen deformaciones en el sentido longitudinal, transversal y diagonal: los lados opuestos del edificio sufren alteraciones inversas (si un lado tiene tensión arriba y compresión abajo, otro tendrá compresión arriba y tensión abajo). Estos esfuerzos fracturan los muros. En el primer caso, en la parte superior, y en el segundo, en la inferior.
Los sismos fracturan el edificio en la dirección de menos resistencia, según sus ejes ortogonales; en consecuencia, se producen hundimientos, rupturas en pisos, apoyos y techumbres, así como aflojamiento de las bóvedas.

Reparar y hacer más resistentes los muros a los sismos
Si están agrietados, se confinan por castillos verticales y cadenas horizontales. Si la deformación es muy marcada, una fisura se puede convertir en junta constructiva y absorber en ese punto futuras alteraciones. No son recomendables las cadenas diagonales, porque al construirse destruyen el muro.
La ausencia o el mal estado de las gualdras se manifiesta en forma de grietas y asentamientos de los muros, bóvedas y arcos. Conviene, pues, sustituirlas o ayudarlas por medio de trabes tensoras de concreto armado que impiden nuevas deformaciones. Estas mismas trabes pueden suplir o ayudar el trabajo de los contrafuertes.

Corregir fracturas o asentamientos de los arcos
Se logra mediante el apuntalamiento y levantándolos con gatos. Al abrirse la junta, se acuñan para que recuperen su forma primitiva. Como refuerzo adicional, pueden utilizarse arcos elásticos de acero. Si la curvatura ya no soporta los esfuerzos, debe tomarse como marco rígido de concreto armado. De igual modo, puede enmendar las bóvedas de cañón corrido.
Las bóvedas esféricas y las cúpulas mejoran notablemente su trabajo si se confinan en un zuncho y se colocan trabes de liga que sirvan de apoyo y tensor. En cambio, las techumbres planas, generalmente formadas por vigas de madera y bóveda catalana, sólo requieren el reemplazo de los elementos que estén en malas condiciones.

Bibliografía:

Calderón Cabrera, José Luis y Bernardo, Reestructuración de monumentos, División de Estudios Superiores de Arquitectura, ENA/UNAM, México.
Reparación y conservación de edificios históricos, ENA/UNAM

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