PRESENTACION

La Ciudad de México en 35 mm.


A unas cuantas semanas de la fundación de la Cámara Nacional de la Industria del Desarrollo y Promoción de la Vivienda (CNIDPV), queda como reflexión el gran cambio que han experimentado los requerimientos de vivienda en una sociedad que, paso a paso, se integra a la vida urbana, transformación que quedó retratada en los escenarios del cine mexicano.
Así, por ejemplo, en películas como La Perla (1945) queda claro que la forma de vida dominante no era la citadina. Los dramas que interesaban ten’an lugar en el campo o, como en este caso, a orillas del mar, en una choza de un solo cuarto, hecha de palma y bajareque.

Andando el tiempo, al inicio de la década de los cincuenta, el género cinematográfico de las rumberas mostraba la vida en los barrios pobres de la ciudad, a la vez que reflejaba el fenómeno de la creciente urbanización del país y hacía evidente que en una década la población de la ciudad de México había aumentado más que en toda su historia. Pero también dejaba ver que el orden y la autoridad tenían límites bien definidos, como consta en el inolvidable filme de Luis Buñuel (1953) La ilusión viaja en tranvía, en el que se observan algunas tomas hechas en Insurgentes (amplia y espaciosa), y otras de la Avenida México-Coyoacán (que aún tenía cierto aspecto rural).
Y ni qué decir de ATM (1951) de Ismael Rodríguez, donde aparece la estación de policía de Tlaxcoaque, sin grúas ni automóviles amontonados o en doble fila, y de manera fugaz se puede ver la importancia que tenía la Avenida 20 de Noviembre como gran entrada al Zócalo -que no era la enorme plancha de concreto que hoy vemos, sino que se adornaba con algunas palmeras, fuentes y bancas.

Es difícil expresar en unas cuantas líneas todo lo que se puede observar en el celuloide, pero no debe quedar fuera de esta reflexión la mención de Viento Negro (1964) de Servando González, película que es todo un homenaje a la ingeniería y a los ingenieros, o de Los Caifanes (1966), en donde quizá se sentaron las bases de los festejos futboleros, ni tampoco, ya muy recientemente, de Amores Perros, que muestra el hacinamiento y una violencia citadina que llega a los extremos.
Mucho se podrá decir y mucho se queda en el tintero, pero dejamos a nuestros lectores la invitación a que, la próxima vez que vean una vieja película mexicana, apaguen la luz y observen.

Luis Martínez Argüello
Presidente del IMCYC