Con una espina en el corazón

"El edifico de Cuicuilco me representa una experiencia muy amarga, es una obra que pararon los fundamentalistas.

Fue un proyecto en el que trabajé mucho, por dos razones: una, porque el lugar es una explanada que tiene como fondo al cerro del Ajusco y una pirámide a 400 metros de distancia, lo que la podía convertir en el símbolo del sur de la ciudad de México, y dos, porque era un trabajo para Carlos Slim, que es una persona difícil de convencer en lo que respecta a arquitectura".

¡Y cómo no sentirlo! Para elegir la propuesta, González de León realizó aproximadamente 25 maquetas que puso a consideración del empresario, con quien eligió, después de tres semanas "de batalla", el edificio que habría de construirse en ese lugar tan especial... para que al final de cuentas todo quedara en proyecto.

Las formas, las aportaciones, la organización del espacio estaban pensadas el edificio de Cuicuilco era para él, pero le detuvieron bruscamente en el camino.

"No tengo afecto por el pasado, cuando paso frente a mis obras las veo como si fueran de otro, no me provocan nada, dice Teodoro González de León, el arquitecto, quien después de una profunda respiración continúa, "pero cada vez que paso por Cuicuilco siento feo, por ahí no paso indiferente".

Es imposible ser indiferente a momentos, situaciones, espacios, de ahí la importancia de rescatar con palabras los hechos que han parado el desarrollo de la arquitectura mexicana.

"El argumento para que la obra no se realizara fue que la pirámide no podía tener una torre tan cerca -a 400 metros de distancia- no obstante que hay edificios a 200 metros.

Fue un alegato, perfectamente organizado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuyas instalaciones están al pie de la pirámide. Ellos -que están a escasos 50 metros- no tenían derecho a hablar, es lamentable, se opusieron a la obra y al hombre exitoso, fue un ataque personal ante el que Carlos dijo: ya no puedo", explica González de León, y señala que la obra que quedó "es espantosa, anodina, lo que yo pretendía era construir un edificio que mantuviera un diálogo con la pirámide a 10 mil años de distancia... y lo que quedó no dialoga con nada."

"Cuando termino, olvido mis obras, las veo como si fueran de otra persona; las únicas que me interesan son las estoy haciendo ahora, no tengo cariño por ninguna, todas están en el pasado, sólo regreso algunas veces porque se tienen que revisar o porque hay que hacer una adición o una reparación."

"Llega un momento en que lo limitan a uno, pero hay que luchar", refiere González de León, y en ese afán platica de las obras y sus contextos, del centro histórico de la ciudad de México, de Santa Fe, de la Ciudad Universitaria .

Los primeros años

Teodoro González de León se remonta al año 1931, cuando era niño y vivía con su familia en Altavista, en una casa colindante con la de Diego Rivera y Frida:

"Vimos construir su casa -dice-; mi madre, que era muy religiosa, odiaba a Diego y a Frida; estaba escandalizada con los colores azul y rojo que utilizaban... me acuerdo de una vez en que, caminado con ella, de una camioneta bajó Diego Rivera y como un buen vecino la saludó de manera muy cortés, pero mi madre no le respondió, al contrario, me dio un jalón y nos fuimos; a mí me pareció muy extraño porque me había caído muy bien la figura del gordo amable...

" Por aquellos tiempos "comencé a pintar, esa es la única proyección hacia la arquitectura que recuerdo haber tenido; estudie pintura desde chico y después no hay nada en mi memoria que registre haber tenido alguna duda respecto a la vocación, simplemente me veía trabajando en arquitectura; no tuve dudas existenciales o vocacionales, de esas que están de moda ahora en los jóvenes, simplemente decidí y se acabó".

Paseos a pie

Teodoro González de León se refiere de sí mismo como un gran paseador: " Cuando fui estudiante recorrí todos los alrededores de la ciudad de México, los conocí a pie; por ejemplo, para ir a los Dinamos tomábamos un camión y nos bajábamos a caminar, o igual para ir al parque de Los Remedios. Hacíamos grandes caminatas, era una ciudad hermosa, llena de luz, fresca, arbolada; en el río Hondo nos bañábamos en agua helada totalmente cristalina". "Pero debo reconocer que no fui un buen alumno; fui rebelde, sentía que aprendía más trabajando que en la escuela, por eso desde el primer año de la carrera ingresé en un despacho. "En ese entonces -estoy hablando de los años cuarenta- la ciudad de México era una ciudad pequeña, peatonal. La dimensión urbana permitía el desplazamiento, lo que me facilitó el desarrollar la rutina de tomar clases en la mañana, al medio día trabajar una o dos horas, regresar en la tarde a la escuela y después volver al trabajo; así es como estuve con Mario Pani y Carlos Lazo, las figuras más fuertes en ese momento". La ganancia de ese tiempo se concretó en tener "más ganas de seguir trabajando con más personas", y ese entusiasmo fue el que le hizo ganar una beca del gobierno francés para estudiar en Europa y le abrió las puertas para colaborar durante 18 meses en el taller de Le Corbusier (1947-48), donde además del aprendizaje profesional adquirió más seguridad en sí mismo: "Uno va asimilando de todas las experiencias, no sólo del trabajo, sino del trato, de lo que se ve, de lo que se vive".

En este punto su recuerdo se hilvana con el de la Ciudad Universitaria (CU), en cuyo proyecto también participó y de la cual opina: "Es una gran obra, difícilmente en México se vuelva a hacer algo así -dice con añoranza-, nuestro país perdió el impulso que llevaba en los años cuarenta, en cambio, hemos caído en una política de corto plazo, de programas pequeños; a México se le está acabando el tiempo y la infraestructura.

"Cuando vemos el proyecto original de CU, la extensión de tierra que tiene, se pone de manifiesto la visión con la que fue construida -dice González de León con una gran expresividad que es acentuada por sus manos- los edificios originales de los años cuarenta, cincuenta, los hicieron los mejores arquitectos del país, y en cambio, todas las adiciones las han realizado arquitectos burócratas que sólo han hecho agregados lamentables de edificios sin personalidad."

González de León reflexiona: "La Ciudad Universitaria se concibió, en parte, con la idea de sacar las escuelas del centro histórico y así poner un alto a los problemas estudiantiles, pero nadie midió las consecuencias, ya que al poner fin al barrio universitario muchos de los servicios que servían a la comunidad también empezaron a migrar, seguidas de las oficinas de gobierno, de las oficinas privadas, y poco a poco el centro se abandonó."

"Unas de las últimas oficinas en salir fueron las del Banco de México, ya que Ortiz Mena cuando fue el director, mantuvo la política de continuar en el centro histórico; fue entonces cuando hice el edificio que está junto a la obra colonial, pero al llegar Roberto Hernández se acabó esa idea, y el banco se fue a Santa Fe." "Ahora -agrega- hay un programa ambicioso para su rescate, que incluye la participación de la iniciativa privada, con personas de la talla de Carlos Slim... pero para que regrese la población a ocupar los 90 mil metros cuadrados vacíos, se necesita hacer vivienda moderna y que el presidente de la república ocupe el Palacio Nacional".

González de León está convencido de que la arquitectura moderna tiene que estar en el centro histórico, pero también sabe que este proyecto se enfrentará otra vez con los "conservacionistas fundamentalistas", que no toleran que haya construcción contemporánea en la zona a pesar de que en ella se tiene un registro arquitectónico de las distintas épocas que el país ha vivido. Si esto es así, ¿por qué entonces no incorporar la moderna y la contemporánea?"

Reconoce que durante la gestión de Manuel Camacho Solís y Jorge Gamboa de Buen muchos edificios se renovaron y que, a pesar de la fuerte oposición que ejerció el Instituto de Antropología e Historia (INAH), se inició la política de vivienda nueva del área.

En cambio menciona: "El paso de Cuauhtémoc Cárdenas fue triste, personalmente tenía muchas esperanzas en lo que se podía lograr; incluso participé con él en el Comité de Obras y Artes en Espacio Público, nos reunimos como 40 veces y ninguna de nuestras recomendaciones fue tomada en cuenta".

Sin embargo, no todo está perdido para González de León: la construcción del hotel Sheraton Alameda es un primer esfuerzo serio de recuperar el centro histórico que ha hecho a un lado la visión del INAH, institución de la cual opina que, queriendo hacer mucho, ha propiciado que se destruya una parte muy importante del patrimonio arquitectónico del que es el centro histórico más importante de América Latina.

Juntos pero no revueltos

"Santa Fe es una producción muy exitosa que se pensó para descargar la presión que tenía Polanco; canalizó las inversiones con tanto éxito que en 12 años se ha concretado en un desarrollo gigantesco."

En todas esas épocas, en todos esos momentos, Teodoro González de León ha estado presente, trabajando solo o con otros arquitectos como Francisco Serrano, Carlos Tejeda y Abraham Zabludovsky. Del trabajo conjunto dice que la base es tener despachos separados, "es una asociación libre, no un matrimonio, cada quien tiene su oficina y es libre de hacer las cosas personales que quiera y no está obligado a comunicar todo, lo que siente que se debe compartir se comparte.

Yo diría que, en este despacho, casi todas las obras se desarrollaron con esta visión en cada una de sus fases: en la concepción, la discusión, la lógica interna, las aportaciones, la organización del espacio para que respondiera a funciones complejas; con esa libertad trabajé por ejemplo con Abraham y con Francisco ".

El arquitecto insiste: "Hay programas o proyectos que uno quiere desarrollar sólo porque se adaptan a la forma precisa que uno quiere. Alguna vez yo dije: 'Este proyecto lo quiero para mí porque siento que otra personalidad lo va traicionar'; esa es la libertad de la asociación, que uno sepa cuándo debe hacerlo solo y cuándo debe trabajar en colaboración".

Claros ejemplos de esta labor en solitario son el Conservatorio Nacional, en el que "tenía ganas de probar una serie de formas que había ideado para mí; o mi casa, en la que mi intimidad no la comparto". Teodoro González de León, el arquitecto de éxito, no vuelve la cabeza al pasado, mira de frente el presente y toca con la punta de los dedos de sus grandes manos el futuro; sin embargo, es innegable que lleva a flor de piel el recuerdo de su obra ..

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