Un cuervo de concreto

Texto y fotos: Gregorio B. Mendoza

 

En los inicios del siglo XX, Le Corbusier proyectó una serie de viviendas unifamiliares para un grupo de clientes que apostaban por la contundente idea del arquitecto autor de la “máquina habitable”. Forma y contundencia pragmática a nivel constructivo esbozaban la búsqueda de quien naciera en Suiza bajo el nombre de Charles Edouard Jeanneret-Gris. Sin embargo, al llegar la posguerra el interés de éste cambiaría: su preocupación radicaba en dar soluciones dignas a las clases bajas a través de nuevos esquemas de vivienda que él mismo definió como rascacielos en desarrollo horizontal: unidades habitacionales.

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Con esta idea comenzaría la construcción de la Unidad Habitacional de Marsella (1946-1952). Su planteamiento tomaba ventaja de los avances significativos que el concreto había obtenido a nivel ingenieril y fascinado por la capacidad de respuesta del material en la presa Hoover en Boulder, Colorado –digno de otro tema a detalle–, decide llevar al límite todas las posibilidades de éste en el terreno de la arquitectura haciendo énfasis en una expresividad cruda que al mismo tiempo, lo protegía del incipiente control de precisión en obra que se tenía por aquellos tiempos.
Con una crisis económica que se reflejaba en una carente oferta de viviendas en toda Europa, Le Corbusier decide utilizar el único material que por costo y factibilidad constructiva haría realidad un proyecto de esta tipología: un concreto presforzado que soporta un bloque de 137,10 m de longitud por 24,42 m de ancho y 56,87 m de altura con una planta baja libre en la cual se ubican dos filas de columnas que incrementan hacia la losa su sección y que dan sostén a los siguientes 18 niveles, permitiendo el paso de vehículos y personas al vestíbulo.
Al interior es contundente el manejo “brutalista” del material, los 23 tipos diferentes de departamentos no poseen ornamentación alguna más que la huella de las cimbras empleadas los imperfectos resanes u oquedades originales que son visibles hasta la azotea habitable donde sobresalen dos prismas irregulares con carácter escultórico, la maquinaria de los elevadores, el gimnasio, la alberca, y una terraza que en conjunto formulan objetivo de edificio auto eficiente en servicios. Aún de pie y funcionando es importante mencionar que esta obra encomendada por el Ministerio de Reconstrucción francés, permitió en la década de los cincuenta, expandir progresivamente las posibilidades plásticas del concreto aparente, manejado con fines artísticos más que arquitectónicos. Si bien Le Corbusier se inspiró en otro grande del concreto llamado August Perret, fue el maestro Le Corbusier, quien inspiró a innumerables arquitectos de todo el mundo a emular el estilo brutalista y reconocer con él, la carga artística de este material gris.