La prehistoria renace
en concreto

Gabriela Celis Navarro

 

A 390 kilómetros de la ciudad de Santiago, capital de la República de Chile –cerca de la población de Ovalle– se encuentra un extraordinario vestigio en la comuna de Río Hurtado, conocido como Monumento Natural Pichasca. Se trata de un lugar que resguarda restos fósiles de importancia paleontológica.

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Sin embargo, además de la riqueza cultural y belleza natural del lugar, resulta curiosa la impresionante maqueta de un dinosaurio hervíboro de la especie denominada Saltaurus Lomicatus, colocada en una explanada, a tamaño real, con el fin de brindarle al visitante un acercamiento visual y táctil a la antigua fisonomía del habitante prehistórico de esa zona. Se trata de una obra realizada en concreto armado, que tiene 18 metros de largo y 5 de alto. Se calcula que esta reproducción pesa alrededor de 30 toneladas.

Otros “familiares” de este dinosaurio son los que se encuentran en el Parque Cretácico, en Sucre, Bolivia, donde fueron creadas varias especies sobre estructuras metálicas en las cuales en su vaciado, se usó fibrocemento y fibra de vidrio. En este caso, cada dinosaurio fue fijado al suelo y en algunos casos, se tuvieron que hacer zapatas de concreto armado de más de 10 metros de profundidad, para garantizar que las piezas no se vinieran abajo. Con estos “especímenes”, sin duda podemos ver cómo el concreto se puede adaptar a cualquier cosa; en este caso a la historia.