Habitar lo orgánico

Gregorio B. Mendoza
Imágenes: Cortesía Javier Senosiain

“Es la formación y no la
forma lo que es misterioso”
Gastón Bachelard

Hablar de singularidades en arquitectura —o en el arte en general— resulta algo difuso y poco conciso debido en muchos casos al cúmulo de influencias que sus creadores poseen o encuentran en referentes históricos, formas naturales, citas literarias o materiales. Sobre esto podemos decir que, ante una arquitectura singular pero valiosa, no queda más que expandir los límites de la familiaridad que se tiene con lo cotidiano:
“Siempre hay nuevas cosas por aprender, otras más por descubrir…”, parece ser el mensaje constante de cada espacio producido por el despacho de arquitectura de Javier Senosiain.

    

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Su trabajo más conocido ha sido denominado por el propio arquitecto como Bioarquitectura, destacando como claros ejemplos de este concepto creativo los proyectos El Tiburón, La Ballena, Casa Flor y El nido de Quetzalcóatl, entre otros a los cual se les une este año la casa habitación Nautilus.
Todas estas obras son, a decir de su creador, “el resultado de la búsqueda por generar espacios adaptados al hombre, semejantes al seno materno o a las guaridas de los animales, otorgando así una armonía entre el hombre, sus necesidades y su ambiente natural”.
El espacio para vivienda Nautilus está ubicado en el Municipio de Naucalpan, Estado de México y surge principalmente por el hecho de que los clientes del proyecto estaban buscando una casa integrada con la naturaleza y que tuviera un carácter más informal. Su casa original fue vendida porque poseía diversos desniveles que provocaban el constante subir y bajar de escaleras. Con el dinero obtenido por la venta decidieron comprar un terreno cuya principal característica era una topografía ascendente donde posteriormente se ubicaría su nueva residencia. El predio se encuentra limitado en tres de sus colindancias ya que en cada una de ellas existen construcciones altas. La cuarta colindancia es la que da al poniente y es la única que cuenta con vistas profundas hacia una zona verde, con montañas en el horizonte.

La importancia del proceso
Javier Senosiain recuerda que, “desde los primero estudios se definió la zona de la construcción al fondo del predio, quedando al frente el acceso peatonal, el vehicular así como el jardín exterior; además, se dejó una sola fachada tradicional pero se agregó lo que llamamos quinta fachada (las cubiertas o techos) en el lenguaje arquitectónico”.
Con diversos estudios previos realizados, el arquitecto comentó a CyT que cada una de las características y requerimientos específicos del proyecto se iba cubriendo o mejor dicho, descubriendo: “para desarrollar el diseño y darle forma al espacio que sería habitado fue necesario una profunda observación de la naturaleza. Una observación que nos permitió realizar, como diría Bachelard, una poética del espacio donde el concepto es que desde el interior sea una vivienda-organismo. Así surge Nautilus, casi espontáneamente, nada se impone. Se encuentra la forma en lugar de dar forma; se libera desde afuera; en otras palabras, se intenta ayudar a que las cosas descubran su forma. Aquí la planta arquitectónica es la espiral. Dio la espiral que se fue adecuando en el terreno y para el trazo se dibujó dicha espiral logarítmica”.

El trabajo en maqueta llevó al equipo de proyecto por diferentes cambios hasta que se concluyó que el volumen “pedía” el Nautilus. “Al observarlo desde su boca encontraba el vientre abultado que parecía flotar en el espacio vacío; espacio que al mismo tiempo era volumen. Pensé instintivamente que se podría adaptar al proyecto, aunque me preocupaba que fuera muy forzado y al instante recordé que el cuarto de televisión estaba en esa zona, de tal suerte que podría amoldarlo a la protuberancia del vientre.” Señaló Javier Senosiain.
El arquitecto declara que en ocasiones se pregunta y reflexiona ¿si es la primera vez que ha copiado tal cual un elemento de la naturaleza para adaptarlo a un proyecto? Responde que para él la naturaleza es la mayor fuente de inspiración pero el respeto a la misma consiste en observarla, extraer de ella la esencia, sus principios; Interpretarla no copiarla. Creo que el proceso ha sido interesante, lúdico, divertido… lo mejor, como diría en El Principito, es el proceso del cultivo de la rosa más que el resultado.”

Un valioso proyecto arquitectónico
Al acceder desde el exterior se sube por una escalinata y al pasar al interior del Nautilus a través de un gran vitral se genera una experiencia espacial viviendo la secuencia de un recorrido, en donde ni las paredes, ni el piso, ni el techo son paralelos. Espacio fluido en tres dimensiones que se puede percibir en la dinámica continua de la cuarta dimensión al caminar en espiral sobre la escalinata, con la sensación de flotar sobre la vegetación.
Dos elementos destacan: la sala que emerge del jardín interior y la mesa del comedor que sale del muro. Espacio continuo, amplio, integral, liberador de formas y luces cambiantes que siguen el ritmo natural de los movimientos del hombre.
La vida social de la morada fluye en el interior del Nautilus sin divisiones. Con los muebles como parte misma de la casa, se integran también al ser humano y éste con la naturaleza a través del jardín interior del hogar. Asciende la escalinata en espiral, continúa por el vestíbulo, pasa por la sala de televisión cobijada por el vientre del Nautilus y fluye el espacio hacia arriba de la escalera caracol al estudio desde donde se observa el paisaje montañoso. En la parte posterior del cuerpo orgánico queda envuelta la zona íntima y de servicio: recámaras, vestidores, baños y cocina.
La metáfora buscada es lograr sentirse como un habitante interno del caracol; como el molusco yendo de una cámara a otra, como morador simbiótico de un enorme claustro materno fósil. En el manto del molusco, las glándulas que están localizadas a lo largo de la orilla producen un líquido de carbonato de calcio, el cual endurece la forma de la concha. De algún modo el líquido mezcla cristales en distintas capas que aumenta la fortaleza del exterior de las paredes y un acabado nacarado en el interior.
Análogo a la baba del molusco, el ferrocemento —padre del concreto armado— es un elemento sumamente plástico que permite ser moldeado e incluso esculpido, casi como la plastilina en manos de un niño. El proceso constructivo del ferrocemento es el mortero (arena, cemento) combinado con un esqueleto de varilla de 3/8” colocado en espiral y radialmente cubierto por dos mallas de gallinero una interior y otra exterior.

Fidelidad con el ideario

El arquitecto Javier Senosiain Aguilar ha combinado la docencia con el ejercicio profesional y la investigación. Egresó con mención honorífica de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1972. Desde entonces, imparte las cátedras de Taller del diseño y Teoría de la Arquitectura. Desde 1989 a la fecha ha colaborado como sinodal de numerosos exámenes profesionales.
En la actividad profesional ha desarrollado proyectos y construcciones dentro de las cuales ofrece una ventana crítica con la cual pretende contribuir a la creación de espacios más confortables vinculando la tecnología y la naturaleza, para de esta forma generar experiencias singulares dirigidas al encuentro del hogar del hombre.
Gran parte de sus principios rectores de proyecto y construcción que ha explorado para generar su arquitectura están presentes en el libro Bioarquitectura, en donde es posible observar la constante cercanía que se obtiene con ese pasado del hombre —olvidado por la modernidad— dónde el ser humano no es más que integración con los espacios que ocupa.

La cimentación, muros, pisos, techos y muebles trabajan como un cascarón de ferrocemento de 4 a 5 cm. de espesor lo que le da la rigidez estructural es la forma toral en espiral continua de doble curvatura. En resumen: literalmente, la morada es un gran caracol que estructuralmente trabaja como tal.
Para la ventilación existen dos ductos bajo la tierra, al penetrarlos el aire del exterior se enfría o se calienta conforme a la estación del año; en la época de calor el aire se enfría, y refresca la casa fluyendo por el caracol en espiral; empujando el aire caliente hacia arriba y saliendo por la parte alta del Nautilus. En cambio cuando la temperatura exterior es fría el aire al penetrar por el ducto calienta la casa.
Desde la obra negra los clientes tuvieron interés en que los muros interiores fueran pintados con algún material que diera la apariencia del nácar del Nautilus; para el exterior también insistieron en copiar el patrón de las líneas ocres que tiene el caracol. “Yo no estaba muy convencido porque sentía que era como hacer una escenografía, pero como ellos se identificaron desde el primer momento con la forma, pedí que se maquillara uno de los modelos de maqueta para tener una idea más concreta del acabado. Sigo pensando que en esta obra fue el caracol el que fue determinando la continuidad en cada uno de los detalles formales, estructurales, espaciales o funcionales, pues siempre nos remitíamos al original para encontrar las soluciones a los problemas. Al ver la maqueta me topé con la sorpresa de que era ese el acabado que necesitaba la fachada.”
Gran parte de la nueva residencia quedó muy parecido a la forma del Nautilus, aumentándole en la parte baja y al centro un espacio —medio baño— que transmite los esfuerzos del centro del Nautilus al terreno. En la parte alta al centro quedó un estudio y el depósito de agua en forma ascendente terminando en punta.
Durante la construcción el comedor y la sala se reubicaron para obtener mayor superficie verde en el interior; “la sala originalmente se diseñó circular; sin embargo, al ver en un libro en planta el florero ondulado que diseñó Eero Saarinen, pensé que se podría adaptar en el jardín como la sala, lo copié tal cual en la planta arquitectónica y se hicieron pequeñas modificaciones”, dice Senosiain. Hoy, los moradores pueden ver parte de su visión formal realizada: el proyecto responde fielmente a la encomienda de construir un lugar estrechamente vinculado a la naturaleza pero al mismo tiempo domesticado por el hombre. La filosofía utilizada por Senosiain es concreta: “el ser humano no debe desprenderse de sus impulsos primigenios, de su ser biológico. Nunca deberá olvidar que proviene de un principio natural y que la búsqueda de su morada no puede desligarse de sus raíces; se debe evitar que su hábitat sea antinatural”.